

Keila Vall (Caracas,
1974). Autora de Ana no duerme, libro
de relatos publicado por el Concurso Nacional de Autores Inéditos (Monte Avila
Editores, 2008), del poemario Viaje
legado (Bid &Co Editor, 2015), y de la novela Los días animales. Ha publicado textos poéticos y narrativos en las
revistas Imanhattan y BRIO (New York University, 2012), en “Mermelada para
llevar I y II” (2011) y “102 Poetas en Jamming” (OT Editores, 2014) de los
cuales es coeditora. Así mismo, en las antologías Miradas y palabras sobre Caracas, para bien o para mal (Una Sampablera,
2013), Cuentos contados (NYU, 2013), De que va el cuento (Alfaguara, 2011), y
en las compilaciones de la Semana de la
Nueva Narrativa Urbana (2007) y los Concursos Nacionales de Cuentos SACVEN,
y de la Policlínica Metropolitana (2010, Caracas), en los que recibió menciones
especiales. Ha estudiado cine, narrativa y poesía. Es Antropóloga (UCV), y
Magister en Ciencia Política (USB), Escritura Creativa (NYU), y Estudios
Hispánicos (Columbia University). Lleva el blog
keilavall.com.
Nombra a:
Patricia Guzmán
Raquel Abend Van Dalen
Jacqueline Goldberg
Kira Kariakin
Adalber Salas Hernández
Del
poemario Viaje legado
Memoria cuzqueña
Escalera radical
piedra irregular que al fin encaja
como un guante.
Llevo peso al viaje largo,
camino lenta
mente
siete siglos en
zigzag.
El pasado se acerca
dos colinas
y luego es sólo bajar.
Llego al monumento
muslos ardiendo.
Paso el día mirando el sol,
la perfección incomprensible
de unos bloques elegidos por una gente muy
distinta a mí.
Universo perfecto
en la mitad de nada.
Bajo al Cuzco
voy por una pizza,
una cerveza Cristal
un caramelo de coca
la memoria se
organiza
gracias a detalles
así.
Esta noche tropezaré con un hombre
me acostaré con él.
El ácido láctico terminará
derramado
en una cama de flores desteñidas.
Así es el recuerdo:
en veinte años
mi encuentro con las magníficas rocas peruanas
tendrá siempre a cuestas
un polizón.
Caracas
Acuática
I.
En esta mañana acuática
bajo el túnel vegetal de una calle sinuosa
los rayos de sol despiertan
la córnea del tiempo.
Desde el cristal salpicado
transito luminiscencias.
Un bosque techo me abriga.
Gloria al bravo
pueblo con las manos
cruzadas
en rezo invertido
en la zona lumbar.
Cada día el mismo ritual:
hojas de trópico otoñal manchando el cielo
no sé de dónde vienen pero cruzan siempre
las guacamayas
en este lugar.
Falda plisada de poliéster
raspando los muslos.
Yo recito
mientras espero
sin saber cómo se lanza un yugo
o se bajan las cadenas.
Espero.
II.
Subo al bloque de cemento
áspero
y se mece inestable
de puntillas llego a la fuente. Se moja mi
barbilla.
La escuela es atravesada
por tozudos retoños gramíneos
tréboles salvajes y dientes de león.
La casa
la caja de arena, el cerro,
el tobogán de los grandes y también
el de nosotros los niños pequeños
el piso de cemento y la rayuela
todo se está agrietando
Tikal selvático.
Mientras los demás corren
en el patio,
toco el dorso invertebrado
y vuelvo esferas los gusanos armadillo.
Los preservo en el cuenco de una mano
los hago rodar por el corredor.
Los rozo y vuelven, otra vez
a enrollarse. Para mí son canicas.
II.
Esta mañana acuática de música vudú
doy un salto al descansillo de la escalera.
Atravieso el aire hasta los brazos del abuelo.
Desde sus cajas Habanas
de madera
con el broche dorado tan pequeño,
insiste el olor adherido a la familia
un aroma dulzón en la casa, en la alfombra vino
en los libros que leo sin plan.
Abro una página,
cualquiera sirve
del Tesoro de la Juventud.
En todas me quedo.
Sobre un dromedario
entro a la cocina
a las islas de peso falso flotando en caramelo y
vainilla
siento en el aire el limón rallado
hay frascos ámbar traslúcidos
cabellos de ángel y clavos de olor en el alto
mesón.
Niña pequeña en secreto envejezco
heredo el paladar
me vuelvo la abuela que me enseña
intuyo formas de hacer, a veces sin mirar.
III.
Aún no comprendo para qué sirve
el libro tibetano de la muerte
después que la muerte ya ocurrió.
Semáforo luz roja.
IV.
Burbuja que se eleva
no se puede detener
se aleja la niña.
Esa ciudad
esa casa
esa isla de nube
no se alcanzan.
No te enojes,
yo intento no enojarme.
Tengo o construyo fiera un nuevo centro
me empeño.
Las motas de luz en mi rostro
mis brazos en el túnel vegetal
el brillo y la sombra de mi cuerpo dálmata
las gotas que deforman y luego lavan
este domingo
en un presente cualquiera.
Diafragma
Nadie sabe con certeza dónde queda el orificio
la vena, el conducto, el pozo turbio.
Para mirarme en esta historia
debo hundir un dedo
o varios
en la carne rosa,
debo hurgar en las costillas
mirar cómo se arquean
y muestran sus bordes navaja.
Son dos las costillas flotantes.
Respiro electroshock,
operación astral
y vuelven a su lugar.
Para mirarme en esta historia me encomiendo a un
gato
si es que tienen corte
y puedo encenderles vela.
Tal vez es el hígado, en la punta de mis dedos.
Si subo, en línea vertical,
llego a un domo
al paraguas
que protege
lo que siento que sentí.
El diafragma, me dijeron una vez
es el único músculo
que se inserta en sí mismo.
Una sombrilla extendida a la tormenta
separa la humedad, la antigua sangre
de los huesos que crujen
cada vez que sonríes
o intentas abrazar.
Un puño apenas, una herida
y se abre.
Te expulsa la membrana como si fueses lluvia,
salen los recuerdos catapulta
como gotas sin mojar.
Me sirve de balance
sobre la cuerda floja
este paraguas.
Músculo curioso y fuerte
entre corazón y estómago
no pide nada para comenzar o terminar.
Se inserta en sí.
Correspondencias
I.
A
veces siento
y digo siento,
no que pienso:
piel
de seda
cuerpo
fino papel de seda
cuerpo
fino traslúcido
vidente
y visto
Una
membrana apenas
me
dibuja
me
sugiere un aparte breve
que
de luz me invita
inclina
me
vulnera
y
responde
A
veces sé
y
digo sé,
no intuyo
no deseo,
estoy
al tanto y alcanzo
al
otro lado del vidrio
Tras
la cortina de nube
un
vapor rojo todo lo absorbo
papel
fino
papel
hojilla me vulnera
No
hay que explicar
A
veces temo
siento
sé
pisar
el musgo descalza
hundirme
en pozo tibio enrojecido
¿quién
está?
Dar
el salto
hundirse
en luz temblorosa como llama
¿quién
me llama?
yo
respondo
II.
A
veces siento y sé.
Piel
fina que vuelve
verdad
naciente
que
arrulla el círculo,
viene
temblando.
Es
momento de la cáscara rota
instante
que
llega temblando
vibrando.
Poética
En la cueva del eco se escuchan rozar de asombro
su tacto aleteo
tacto pulso.
Sonidos formativos ordenan el mundo posible.
Atizan los párpados pestañas solares de un beso
mariposa
la lactancia encandilada de una historia
que te mece antes del tiempo.
Desde el silencio vibrante
aquel ritmo y su potencia atraviesan tu
frontera. Hacia dentro
moldea sístole palabra.
Relatarse en tiempo medido,
contarse.
Subir la montaña dibujando una m
y en un momento
pausar.
Re-comenzar.
Reincidir.
Darle.
Del arquetipo rupestre
pedestre
como única y precisa reunión
anclarse.
La expresión te cerca.
Foco y luz. Fuera no hay cartografía.
Lenta te ocupas
de una gota
que se derrama
va cayendo
va cayendo
entra.
Cristal macro para el anverso invisible de una
piel porosa
receptiva a la viscosidad que incierta
cruza
al otro lado.
Tú estás allí para verlo.
El reverso es cualquiera.
A esta hora
todo poema es posible.

Lena Yau (Caracas, 1968) Escritora de ficción.
Especialista en el vínculo literatura/gastronomía. Periodista. Investigadora.
Licenciada en Letras (UCAB) Master en Comunicación
Social (UCAB) y culminó las asignaturas de un Doctorado en Filología Hispánica
(Universidad Autónoma de Madrid). Asesora literaria de El sabor de la eñe,
publicación del Instituto Cervantes. Colabora con artículos de opinión en la
prensa de USA y de Latinoamérica y con revistas como El Rapto de Europa y
Otro Lunes.
Ha dictado conferencias sobre literatura digital y
sobre literatura y gastronomía en las sedes del Instituto Cervantes en
Pekín, Shanghai, Beirut, Utrecht, Palermo y Madrid. Es autora del blog Mil
Orillas y de la novela Hormigas en la lengua que será publicada este año por
Sudaquia. Autora de dos poemarios de próxima edición: Del Hambre y Oniria.
Nombra a:
Adriana Bertorelli Párraga
Yolanda Pantin
Juan Carlos Bertorelli
Kira Kariakin
Keila Vall
Del hambre
I
Esas piedras
que me arrojas
son el mal pan
de tu infancia.
VI
A Camilo
Pino.
Las dunas se movían hacia mi
plato de sopa.
Y yo que no, que no, dunas
quietas, fuera de mi plato, por favor.
Entonces dejaron de moverse y
mi sopa se transformó sucesivamente en carpaccio, albóndigas de anchoas,
bocartes vivos que sacudían las aletas.
Abrí la ventana: las dunas
eran olas.
Los bocartes saltaron.
Hambre, pensé.
Desperté.
VIII
El ansia sumó letras
El deseo infló las sábanas
El vacío se despeñó del
lienzo.
(La bestia respira fuerte
sobre tu nuca).
Antes del verbo
y de la carne
fue el hambre.
Nested
Hilos dulces van de tu lengua a la mía.
Me alimentas como a un ave.
Yo abro los ojos y la boca al
mismo tiempo.
Sin pensar.
Ávida y dócil
me esponjo y me comprimo a la
vez.
Somos un nido allende los
sueños.
Parhelia
Despertar de los ojos de la
niña muerte,
del pez que intento devolver
al estanque
con las varillas de un abanico
isabelino
que antes estuvo en Aranjuez,
despertar de sus trozos
destrozos de cristal gelatina,
blancos irisados pútridos,
de la sauna pública, de una
vitrina sucia y de la náusea,
del baile de gogós
submarinistas,
de un subterráneo,
del inglés al español al
ladino al francés,
de ladrones plurilingües,
entender sin entender
siríaco y friulano,
rogarle a Plinio El Viejo
entre lágrimas
que olvide al volcán,
huir de una nube
ardiente de azúcar rosa.
Despertar de golpes de tacón
en mi frente,
de cámaras fotográficas
perdidas,
de agendas y plumillas
recuperadas,
abrir los ojos sucesivamente,
encenderle la luz a cada
pequeño horror.
Descubrir que la tachadura
rompió el papel
que llevaba mi nombre.
Prensar los párpados.
No quedan sueños.

Claudia Sierich (Caracas, 1963) Intérprete de conferencia, traductora, poeta. La
traficantedepalabras vive en Caracas y en Berlin. Publicaciones: Imposible de lugar, Monte Ávila Ed.2008
(Premio Autores Inéditos Monte Ávila en Poesía 2008 y Premio Municipal de
Literatura Caracas Mención honorífica en poesía 2010);dicha la dádiva, Ed. Equinoccio, 2011.-Con , lenguas en poesía ha creado un formato inédito en Venezuela al
que invita regularmente importantes poetas y artistas venezolanos que con un
marcado trasfondo cultural adicional, traducen a poetas del siglo XX y XXI de
su preferencia, muchas veces desconocidos en lengua española. Los textos son leídos
en los idiomas implicados, en concierto de lenguas.-La traficantedepalabras busca
publicar su más reciente libro: un ensayo poético-filosófico sobre el regocijo
de la lengua, el tiempo y la traducción (100 pp.)
Nombra a:
Gina Saraceni;
Gabriela Kizer;
Eleonora Requena;
Corina Michelena;
Lena Yau;
Erica Reginato.
ahora que suele ser casi mañana en silencio
viene el desastre
y yo aquí
mansa
(Imposible de lugar, Monte Ávila Editores, Caracas
2008)
. . . . . . . .
Las bellas palabras extranjeras
son como oasis, como escalas.
Julio Cortázar en
Rayuela
Un beso que yo mundo
es como mundar, o amundarse
: el sustantivo averba y es que se piensa
un mundo de beso. Besar amundando
es saborear y quien atravesó alemán
sabe que Mund
es boca y munden gustar
, gustar mucho, bocadillo. Por las bocas, ónfalo
: hablar, sexear, cielos, y paladear.
[Trozo encontrado del exhuberante tratado
sobre el (o
será ¿lo?) sentido de las cosas.]
de: dicha la dádiva, Ed.
Equinoccio, 2011
Tesoro
A veces pienso en ganar altura
Antonio Porchia
Pero algo me dice que no será tan fácil
Luis Enrique
Belmonte
Sabrás que perdí
un sorbo o dos
del cántaro goliardo
una colección alegre
macundales de fiesta
otra
erizos salpicados
tenazas salpicadas
por río de agua
y de una vez turmalina
el enjundioso adiós.
Extraviado
el ondulante
y largo bosque de la abuela
bajo el bosque de Odín
y el curucutú de los gestos
de mi madre. La llave
con su cerrojo ¡zafiro!
mil veces sin perderla la cuenta
de despedidas y llegadas de travieso.
Desperdigada
la cordura adquirida
no sé
cómo perdidos en lo hondo
mis pájaros citrinos
y el fractal de tu nombre.
Orondo dios acurrucado
y el lugar en que llora
dónde andarán
o el montón, el montón de palabras.
Que hubo de los asuntos
que no sé que he perdido
y no son perdidos aun
hizo calima de una tarde
la guitarra en caldereta
y sin fin con álgebra.
Todavía tengo un dije
y una larga y silenciosa noche
creo.
dedos amanecidos.
lámpara a ciegas
Papel arrugado
Hay un arte en bien perder las cosas
como para ser un gran perdedor
(no con la tecla de la película del lado oscuro del
corazón)
ya saber perderlas
con disciplina
dejar sabrás
se fuguen y te deslicen
al descampado
que las cosas andariegas
me han arrumado
de tal forma inconcebible
es grande mi tesoro
como dime
qué has perdido
y te diré quién eres
chirulí.
(de: Imposible de lugar, Monte Ávila Editores, Caracas
2008)
Lista algo pavo(ro)sa o cosas que todos saben
Pasé (otra vez) por un lugar que dice “salón de
eventos”.
Para eso te vas directo al Hades, me dijo algo.
(Ya sé dónde.)
También tienes que saber llenar
formularios de ingreso al país,
hacer la cruz justo donde en el sitio, no allende, en
la pregunta:
¿está Ud. en su sano juicio?, por ej.
El poema no debería llamarse pavoso
sino serlo, pero, pienso (¿no?), en el caso particular
al tener este título, ya lo es, vamos bien.
Los animadores de oficio braman los domingos la matina
prometiendo a estruendos.
Baila un niño ahogado
sobre la orilla del pool,
los aeróbicos acuáticos pegando saltitos
burbujeantes también creen que van bien.
Qué decir de los sonidistas, amplifican el corazón
silente
de la música, para que no se oiga,
se escuche nada, dígame un matrimonio transmitido por
la tele.
No es el diente que se cae (y entonces es seguro,
muere alguien),
no el gato que cruza calle (negro, de izquierda a
derecha).
Hay otros.
“Todo incluido”, por ej.
Puerto seguro de cúmulo de desgracias voluntariamente
adquiridas.
Hay señales que dicen “prohibido tomar sol” (lo vi),
a la orilla del estanque un día lluvioso o asoleado.
Si al menos dijera no tomar el sol,
previniendo cualquier robo por el estilo.
A mi no me pasa eso, respondió un señor
al enterarse del deceso de un amigo.
Aconsejan tomes rivotril, cuando algo sucede,
cuando te enteras que estás viva y mueves y mueres.
Y qué más, piragüita,
piragüita azul … qué otras cosas.
Tú que te alojaste por nunca jamás en un sitiecito ya
no memoria
flotante de nervaduras, aliento estremecido, un nada
de algo,
lugar común que confluye las buenas
y conjura los monstruos.
(de: Imposible de lugar, Monte Ávila Editores, Caracas
2008)
A la noche de nuevo soñé sin mensura.
Me sumergía en el mar firmamento.
La luz. Una ola me capturó y alzó.
Inmensa arremolinada en espiral
lenta y poderosa
con peligro y sin temor
: volver a inclinarme
sobre la superficie índigo.
Qué decir, el movimiento, los colores.
de: dicha la dádiva, Ed.
Equinoccio, 2011
.jpg)
ALEJANDRO SEBASTIANI VERLEZZA. Licenciado en Comunicación Social
(Universidad Santa María, 2005) y Letras (Universidad Central de Venezuela,
2013). Cursa el diplomado en Estudios Liberales en la Universidad del Valle San
Francisco. Participó en la IV edición de la Semana de la Narrativa Urbana, así
como también en los proyectos expositivos Ciudad volátil: arquitecturas
transitivas de la vanguardia caraqueña (La Caja, 2011), Confluencias (Caracas,
Galería Universitaria, 2012), Reflejos vagabundos (El Buscón, 2013) y Caracas
horizontal (2013). Ha publicado una plaquette –Posdatas, El pez soluble, 2011)
y Derivas (Bid&co, 2013). Ha facilitado talleres literarios en la ONG
Corriente Alterna, Librería Kalathos,Centro Cultural Chacao, Artkao, la
Universidad Simón Bolívar y el ICREA.
Nombra a:
Graciela
Yáñez Vicentini
Franklin
Hurtado
Erika
Reginato
Maga Rosas
Leonardo
Melero
For george
había una vez
un pájaro
que cruzaba
la exacta afinación
de mis sentidos
decía alguna vez
ella se movía
alguna vez cambié una
esposa por mi guitarra
pero eso ya no importa
porque yo me movía con
el desdén de los viajeros
sin conocer puerto o
destino
apenas flotaba
sin saberlo
en eso que quise llamar
material world
pero cuando conocí al
maharishi en la india
todo cambió
había llegado de otro
viaje
exhausto y un poco
amargado
pero el viejo
por mi sola llegada
me ofrendó un lsd de su
propio jardín
y las piernas de su hija
una noche
en berlín
me habían metido preso
con paul
por caerme a coñazos en
un bar
esa noche soñé con blue
jay way
pero solo años más tarde
la mano me dijo
anda tócala sé la foca
allá en el material
world
yo estaría cumpliendo 69
años
a veces escucho que me
escuchan
porque suena en mis
oídos un melancólico canturreo
lord
hm
my sweet my lord
i really want to
see you
i really want to be
with you
i really want to
know you
i really want to
see you
oh lord
but it takes so
long
aquí no todo es tan
tranquilo
a john le siguen
gustando las putas
el greenpace y la
mariguana por las tardes
de vez en cuando nos
cruzamos
allá en nowhere land
y nos tomamos una
botella de ginebra
mientras al paisaje le
da por dislocarse
del cielo caen árboles
y hasta podemos ver el
río
que nos separa
apenas en carne
de paul y ringo
pero aún parece pronto
para que vengan
déjalos
le digo a john
después de todo
aquí no se pican tortas
ni las fechas importan
tanto
ahí viene el sol hermano
yo sigo hablando con mi
rickenbacker
y ella
sabia y exhausta
como las piernas de la
hija del maharishi
siempre me susurra que
todas las cosas deben pasar
i
look at you all see the love there that's sleeping
while
my guitar gently weeps
i
look at the floor and i see it needs sweeping
still
my guitar gently weeps.
(25/02/2012)

Luis Manuel Pimentel (Barquisimeto, 1979). Magíster en Literatura
Iberoamericana (ULA – Mérida). Profesor de Semiótica en las Artes (Universidad
Centroccidental Lisandro Alvarado- Barquisimeto). Ganador de la I Bienal de
Nacional de Literatura Rafael Zárraga (2011), con el libro Esquina de la Mesa Hechizada. Tiene un poemario: Figuras Cromañonas (2008). Ha publicado
en varias antologías: 70 poetas
venezolanos, en solidaridad con Palestina, Irak y Líbano (2006), Amanecieron de bala (2007), Doce orugas al viento (2008), Arquitectura de la Palabra (2008),
entre otras.
Nombra a:
Hermes Vargas
Manuel “Pachi” González
Luis Enrique Belmonte
Karelyn Buenaño
Floriman Bello
El planeta de los poetas
Al Conde Blu
En el planeta de los poetas vivimos todos
a veces cable a tierra
a veces más arriba de la nube 370.
Cerca de una casa anaranjada, donde los ciclos
matinales duran 17 horas
las curvas son rectas entre el pastizal amargo y las
noches azules.
En el plantea de los poetas navegamos sobre las mesas
luego de un olor a fiesta vamos soñando
con las calles y montañas recibiendo pasos sigilosos y
en el firmamento
hay un color cobre que va arreando los rebaños,
de tras del avestruz está la flora que brota
mientras los dedos van esculpiendo las carnes.
En el planeta de los poetas las oraciones son materia
y los vasos regados por las casas,
también hay rinocerontes atrapados por la luz
y una mata de guayaba orinada.
En el planeta de los poetas anduvimos sonriendo,
confabulando con los crepúsculos y amaneceres sobre la
expansión.
Tras el silencio del sereno, fluyen en el ojo de agua
matices silvestres
y el quejido de algún cachorro tocándote a la puerta
pidiendo paz;
y afuera hay un león que te persigue
y la leona olfateándote hasta la médula espinal.
En el calendario; el roce de la brisa borrando las
huellas
y entre las clases compartiendo comidas aderezadas con
cayenas.
En este planeta estamos tocados por la poesía
que silbando va llamando
al despertar.
Magos en
la cocina
A
William Osuna
Soñé
con ellos,
entre
botellas de whisky y tragos que subían y bajaban
al
compás de unos violines que rasguñaban la inmensidad.
Compartíamos
en un salón donde el día no era de día,
sino
que habíamos pasado varias noches bebiendo
y
jugando al que pensara más rápido.
Un
poeta santificado por el pecado literario
apareció
en el despojado espacio
y
quiso seguir nuestro ritmo, que hacía rato, se había convertido
en
un barril sin fondo.
Estábamos
en una cocina y esta vez
picábamos
unos pastelitos con picante trujillano,
y
de nuevo otro trago para volver al viaje.
El
alcohol como cohete al cerebro, pero de un despegar despacio
cada
segundo se convertía en una pintura con quintas dimensiones,
el
poeta seguía entre nosotros y nosotros con él
en
una conversación donde lo alabábamos por su ingenio callejero
sobre
unos versos que componía con tal majestuosidad
con
los que fue capaz de convertir un río en una galería de nostalgia.
Seguíamos
libando y mi padre entrando en la ebriedad
empezó
a jugar con nuestras mentes
y
emprendió adivinar sobre el presente yel futuro.
Primero
le hizo una cartografía existencial a mi primo-padrino,
luego
vino a mi,
contando
y reverenciando las sublimes formas de la creación
/sin
duda había conexión de su Ser con un ente Supremo/
seguía
eternamente endulzando la vida y tocando lo duro de ella,
cada
uno de nosotros estaba sentado en unas sillas blancas de plástico.
Mi
padre se paró y fue con sus manos medio tembleques
a
donde estaba sentado el poeta
y
empezó a mirar su futuro en cada pausado paso,
junto
al ritmo armoniosos de sus pensamientos
fijó
su mirada en la frente
e
intentando agarrarle su mano para leérsela,
el
poeta de súbito subió la voz
y en tono de defensa, le dijo:
deja
la vaina así,
deja
la vaina.
Reflejo
de Araguaney
Las
hojas por encima de tus cabellos,
quenacieron
de un espejismo pictórico
/capullos en
una mixtura de ilusiones/
mientras
reconocíamos el intenso amarillo.
Recogimos
las flores que caían de tu cabeza
y
los pájaros del sueño las picoteaban
sacudiendo
la pólvora de los instintos.
Necesitábamos
creer en el fuego
atravesando
el corazón del círculo
y
el forajido árbol casi apunto de estallar
detanta
luz.
De
nuevo sonreías cuando llovían las flores
y
danzabas girando hacia la izquierda como en un invocación sufí
atrapando
los sueños de los sueños de un sueño
y
en tus senos dos flores de pétalos hilachosos.
Adormecidos
en una tarde silente
con
el trinar de las aves que gustan vivir en las bocas de los volcanes
te
sentías animada con tus araguaneyes de fondo,
con
una fortaleza de otras vidas
reflejadas
en lagunas cristalinas.
Detrás de la ventana
A esta hora todo pasa lento,
oscuridad total en la habitación,
puedo escuchar cómo pasan los carros por Av. Libertador;
mientras los pájaros están cepillándose
los picos para salir de sus casas,
ya el olor del alba entra por estas rendijas.
Pasa por mi cabeza un escarabajo caminándome por
encima
ya algunos cangrejos estuvieron por aquí temprano y dejaron su mensaje
desde aquí piloteo esta embarcación de tentáculos ardientes,
hace calor y desapareces,mi Dulcinea con poca ropa.
Abajo los muchachos que todos los viernes beben están
bebiendo
escuchan una salsa que presumo sale de algún radio
improvisado,
siempre suben antes que los espante el color de la
mañana.
Ya no puedo seguir con los ojos pegadosa este sueño
detrás de esta ventana todos los amores del mundo
ronronean,
y alguien cobrará
mañana nomás salga el sol
alguna apuesta.
Sapiens sapiens
Sonrisas
entre los naranjos
sol,
brisa y comida entre el mango y el semeruco
sobriedad
astringente entre las nuevas comiquitas
sobanderos
entre las cuevas del apamate
satélites
entre la basura espacial
sartenes
volando por los baños
sortilegios
de arcoíris entre los escalones del edificio
subterfugios
entre las ranuras de los picos
sátiros
corriendo por los matorrales
sueños
perdidos entre los hospitales
sonidos
graves en los pocillos
serenatas
acuáticas de los ríos
sones
perdidos en las presas de pollo
señales
de tránsito con caballos ciegos
seretones
hablando de sirenas lujuriosas
serpientes
aliñando un pájaro entre las piedras
sonetos
entre sonetos
sociedad
utópica en mensajes de textos
silbidos
silenciosos entre camioneros
sobretechos
mojados de láminas de zinc
sancochos
con agua de mar entre los ríos
suero
entre arepas de maíz
sirvientes
esclavos entre los déspotas
soldados
mutilados del rococó
sensaciones
terrícolas en las galaxias
sobriedad
marcada con enfermedades ligeras
suaves
roces de manos entre las jaulas abiertas
severos
besos en las azoteas
suculentas
sopas por los mercados
sismos
ferreteros entre pinturas de nitrógeno
salas
de esperas entre murciélagos venenosos
señoras
sin sexo en burdeles con olor a anís
soledades
desgastadas en una feria patronal
silueta
de mujer con traje de baño anaranjado
sorpresas
de asesinos entre taxis y robos
soliloquios
con reclamos de justicia
sustanciavallenata
entre las letras de lo que fue
sustratos
entre las sumas
sarcasmos
alegres entre amistades
soplidos
del corazón en los parques de chocolate
series
televisivas entre adictos al control
servilletas
mojadas entre emperadores estudiantiles
sistema
global entre realidades regionales
sospecho
que estás cerca llenade frutos y algas
suburbio
colonial entre los católicos recalcitrantes
siderales
pensamientos con los helechos prehistóricos
suerte
de gala entre flores silvestres
sudor gozado con aceite
de ajonjolí

Raquel Abend van Dalen. Caracas, 1989.
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Monteávila, con un
Diplomado en Escritura Creativa de la Universidad Metropolitana e ICREA. Autora
del poemario Lengua mundana (Común Presencia Editores,
2012) y de la novela Andor
(Bid&Co. Editor, 2013). Así mismo, ha ganado Mención especial en el rubro
de poesía del III Premio Nacional Universitario de Literatura ( 2009), y mención
especial en el rubro de poesía del Concurso de Autores Inéditos (Monte Ávila
Editores, 2012). Ha colaborado como redactora y productora en diversas revistas
venezolanas (El Salmón, El Librero y El Desafío de la historia). Trabajó como
reportera en el Diario Las Américas (Miami, FL). Actualmente cursa
la maestría de Creative Writing in Spanish en la New York University.
Nombra a:
Dinapiera Di Donato
Ania Varez
Patricia Guzmán
Leonardo González
Alcalá
Keila Vall De La
Ville
Del libro Lengua
mundana
Me basta
Por qué
hay que ser hombre
para recibir whisky bolígrafos y corbatas
en los cumpleaños
para ser perro callejero
borracho y simpatizante de las putas
por qué
hay que ser hombre
para ser esclavo del sexo
y masticador de cigarros largos
para sentirse acogido entre un par de piernas
y observar las tetas de las mujeres
al entrar en un bar
por qué
hay que ser hombre
para reírse duro y rascarse la barbilla
para usar zapatos de cuero sin tacón
y caminar con las manos en los bolsillos
para conquistar a siete personas por hora
y cogerse al doble en lo que resta de la
semana
para dar la mano y apretar con fuerza
creyendo que te ven
como a un Bach, a un Dostoievsky,
o a un Brando
por qué
hay que ser hombre
para escribir de la vida masculina
yo soy perra
y no
necesito escroto.
Cuna
Los hombres
lengüetean
mastican
vaginas
se pierden en su olor
pliegue
cavidad
en los gritos de su tacto
no tienen la intención de recordar
que de mujer nacieron.
Relevo
Ella
mata a la madre
para convertirse en mujer
poder coger, fumar y beber
no se puede tener mamá y sentir placer
al mismo tiempo
no se puede.
Inopia
Las flores no tiran
aunque se les deje solas
húmedas
abiertas
chorreando
dilatan sus pétalos
y estalla un hedor agudo
íntimo
desde su carne ondulada
brotan en la mirada desconocida
las flores
no saben lidiar con el tacto
un roce las infecta
las conduce
al suicidio.
De qué sirve tener
cuerpo
si no sé sostener sus órganos
ni los de mi amado
si la sangre es lo único que sabe moverse
y me encamina en sus ondas desproporcionadas
de qué sirve encerrar el alma que no se sabe
que es parásito absurdo y crueldad compartida
si sus bestias no saben aguardar la leche
ni honrar los refugios del excremento
si el final no nació para ser capturado
y la verdad permanece como una frontera
tribal
si los días sólo son ceremonias
que no sostienen secretos ni palabras de
tropiezo
de qué sirve
contener a una mujer absolutamente solitaria
si sus ruidos hacen eco hasta en los ranchos
y sus deberes resuenan como manchas en
paredes ajenas
si las enfermedades carecen de vastedad
y sus sábanas se fermentan en los gritos del
sexo
si la espuma es un sudor negro
que se coagula en el costado de la boca
de qué
sirve tener cuerpo.


Adalber
Salas Hernández. Caracas, 1987. Poeta, ensayista, traductor.
Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello. Ganador del II
Premio Nacional Universitario de Literatura en el rubro de Poesía con el
libro La arena, el vidrio: ascenso en tres movimientos (Caracas,
Editorial Equinoccio, 2008), así como autor de los poemarios Extranjero (Caracas,
bid&co. editor, 2010; Bogotá, Común Presencia, 2012), Suturas (Caracas,
bid&co. editor, 2011) y Heredar la tierra (Bogotá, Común
Presencia, 2013). Asimismo, ha publicado el libro de ensayos Insomnios.
Ensayos sobre poesía venezolana (Caracas, bid&co. editor,
2013). Ha sido incluido en las antologías La imagen, el
verbo (UCAB, 2006) y Antología de poesía joven venezolana (bilingüe
árabe-español, Universidad Internacional Libanesa, 2009). Recientemente ha sido
publicada su traducción de El hombre atlántico, libro de Marguerite
Duras inédito en castellano hasta el momento (Caracas, bid&co. editor,
2013). Textos suyos, tanto poesía como ensayo, han sido publicados en distintos
medios periódicos, tanto nacionales como internacionales.
Nombra a:
Alejandro Castro.
Raquel Abend.
Néstor Mendoza.
Víctor Manuel Pinto.
Textos pertenecientes al poemario Heredar la tierra (Bogotá, Común Presencia, 2013)
II
Por haber sucumbido
a la oscura tentación
de nacer,
por haber comido de este
pan árido,
encenizado,
por haber asentido
y entregado la frente
para recibir la saliva lustral
del tiempo,
por todo ello
estás aquí,
pisando esta tierra que siempre
te será infiel,
habitando su noche
sin párpados,
con tu desnudez balbuciente,
la misma desnudez
que sostiene el día
cuando se entrega
sin más
descubriendo el miedo ágrafo
de tener un rostro.
V
Tus pies
no recuerdan todavía
ningún paso.
Los espejos
no tienen derecho
sobre ti.
Y esa voz que será tu condena
no ha soplado aún
ceniza en tu garganta.
Hasta ahora
sólo has escuchado
un aleluya
comido en sus bordes
por el óxido,
raído como una madera vieja:
la lengua de lo que está más allá
o más acá de la piel.
En ti solamente hay
la arcilla pura del tiempo,
la tierra heredada
para ser perdida.
Solamente
la dura gracia
de haber nacido.
VI
Sin saberlo,
escribía buscando una palabra
que te recibiera.
Una palabra extensa,
larga como una muerte,
larga hacia ningún lugar
y tenue,
tan tenue,
que se confundiera por un momento
con la vida.
Una palabra
tejida con sonidos ínfimos,
con esas preguntas desahuciadas
que también tejen la noche
sin confesarlo.
Una palabra que pudieras usar
para cubrir tus pasos,
para nunca andar descalza
por las calles, entre los edificios
cariados de tanta lluvia.
Una palabra, en fin,
que sirviera para remendar el cielo
de vez en cuando.
VIII
Al recién nacido
hay que darle de inmediato
un nombre.
Al que ha salido
de la negra violencia del parto,
todavía húmedo de no existir,
hay que nombrarlo,
para borrar de sus manos y
de su respiración
el susurro de otro océano,
para contener
el barro incierto de su carne,
hay que conjurar
ese lugar del que ha venido,
la marea brutal
que lo ha abandonado
entre nosotros,
sobre esta tierra que deberá caminar,
cuyo vientre espeso
está repleto de palabras
que nadie recuerda.
XI
Amasar un salmo bajo el sol
con aserrín y aliento y agujas,
un salmo que no quepa en los bolsillos,
que pese en la boca
con la rabia dulce del mediodía.
Un salmo con arritmia y sin dios,
que destile un líquido hondo,
despierto,
que pueda beberse de un solo trago.
Un salmo que cante
los dones difíciles, los dones arduos,
los frutos que caen,
rotundos como juicios,
en la mirada.
Una alabanza que haya decidido
permanecer en un mismo lugar,
sin mendigar vocablos
ni engañar a la lengua:
que prefiera quedarse en la sed,
en esa paciencia cruel
como una canícula,
donde pueda ser para ti
pulpa inhóspita,
sequía vertical,
cadencia de un fulgor que no cesa.

Chris
K Cabrera (Caracas, 1984).
Tesista de la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello. Ha
asistido a los talleres de poesía de Carlos Brito, Miguel Marcotrigiano,
Armando Rojas Guardia y al diplomado de escritura creativa ICREA. Ha
participado en varios recitales en bares y librerias, recitales radiales,
festival de la lectura chacao y en el jamming poético.
Actualmente escribe el blog
vertexvertebralis.blogspot.com
Nombra a:
Adalber Salas
Francisco Catalano
Camila Rios Armas
Alejandro Sebastiani
Jose Delpino
Siembro ruinas sobre tus párpados
para no verme diluida
entre lágrimas
Escapo de tu voz
para que no me pronuncies
ni me muerdas
Tu cadencia
cristaliza
esta síncopa
errante
nómada de sí
misma
que atas a tu
alquimia
a tu
arquitectura de ecos
A mi desvarío de
sombras
Llevo una soga
de ausencias
que se abrazan a
mi cuello
Me sostienen con
su toque desaparecido
se acercan con
su anatomía de olvidos
cantan con voz
lejana
repiten que no
hay retorno
que me extrañan
que aparecerán
enmudecen
palpitan
estallan
mueren
lloran
gritan
ven
ven
A
Adalber Salas
Hilvanando tus
versos
la tristeza se
te hace costumbre
el vórtice de
arena te rompe en vidrios
Hecho pedazos
reconstruyes un
espejo que no te ve
suturar no une
los labios de tu herida
Extranjero de tu
carne
sangras una
estirpe calcinada
sumerges la
lengua en una tierra sin herencia
Reclamas a los
muertos
sacramentar la
última palabra
resucitarla en
tu voz
piadosamente
pronuncias
La
única ley de los muertos es el murmullo
Mi rostro deambula traumas
lastre de deseos y rencores
un beso
un golpe
Mi rostro se derrama sobre mí
viscosa realidad la del silencio
un eco
un murmullo
Mi rostro se ata a la intemperie
a la brusquedad de otras manos
un poema
un delito
Somos un juego
de vértebras
mercancía
palpitante
aferrada a lo
imposible
tenemos un
precio
valemos la
tortura de otros
el trabajo del
tiempo
El cautiverio no
es más que una excusa
sobrevivir es
una tarea ajena
empuñada en el
vientre
Escucho
el sonido de los
gatillos
clic clac
el silbido del
cañón
Respiro
el olor del
crack
respiro
un incienso
La última mirada
de reojo al valle infeliz
sobre sus
cabezas me yergo tan cerca del cielo
tan lejos de mí
Caracas te odio
soy víctima de
tu impunidad
indignada por tu
desidia
¡te insulto!
Caracas eres la
cuna de masacres
la madre de los
asesinos
el paraíso de
los malandros
la santa de la
cloaca
la virgen de los
narcos
el ángel del
tukky
la diosa de la
anarquía
Te odio Caracas
tu montaña pudre
las almas
resguarda
delincuentes
el Ávila de
Cabré
desapareció
debajo de tanta
sangre
bala y extorsión
¡Vivimos en
Caracas para matarnos!
Sentenciados al
ultraje
de las glocks,
las verettas, las empires
los funcionarios
barrigones
los biopolímeros
el Superior, la
Belmont
los betas, las
negociaciones, los siniestros
Sí, ¡ Te odio!
Caracas, ya no
tienes alma
Eres la ruta
el kilometraje
anémico
la vía al
suicidio
Hay luces
quizás mi
libertad
Creo
creo en algo
la vida no es
cualquier cosa
a veces un
manojo de dinero
otras un pecado
mortal
o el respiro
ajeno de una plegaria
¿A quién le
importa?
Sujetamos lo
incompleto
Lo raído por una
sociedad lambucea
que se duerme
contando balas
y desayuna en la
morgue
Somos
estadísticas
otro suceso de
la “Gran Cloaca”
la histeria
la paranoia
de una ciudad
herida de gravedad
que perece
ahogada
más allá del
Guaire
Caracas hay que
sepultarte

Daniela Nazareth (Santa Ana de Coro, 1993). Forma parte del Grupo Literario Febrero y es autora
del blog “EscépticasManiáticas”. Cursa
la Licenciatura en Educación mención Lengua y Literatura en la Universidad
Nacional Experimental Francisco de Miranda. A su vez, es miembro de la Cátedra Libre de Literatura Agustín García
y es la mitad del Colectivo Plástico y Visual NINI.
Nombra a:
Adrineli Canelón
Cristina Gutiérrez
Jesús Amalio Lugo
Damián Borges
David Parra.
La muela comenzó otra vez
sí, la izquierda
ese sonido insufrible
es como una alarma del tedio
hago gárgaras con mentol
y nada, nada...
es que cuando suena
te juro
resulta todo un martirio
toda una diatriba entre
asesinar o controlarme
es una muela a lo kill bill
su sonadera es la antesala
a muchos asesinatos carcomidos
verás, ese sonido
me hace pensar en gente de etiqueta
revolcándose
esperando que les muerda el cráneo
que se los extirpe hasta la nada
hasta que se queden en blanco
y comiencen balbucear que son poetas
poetas de bares
poetas malditos
muertos
muertos
todos muertos
en tanta inmensidad
de sus bocotas que blasfeman
que se atribuyen méritos no debidos
que se llaman acabados y se abrazan
que me joden las muelas con su frío
con su frío del 21
inventado
con sus azulejos pegados a los labios
al estilo cara e' tabla
las cuales tapan con griffin
cuando les duele demasiado.
a esos llamados poetas
con tarjeticas plastificadas
de identificaciones azules
aquellos muertos de embuste
embusteros y doblegados
pobre poeta
debilucho
a ese
ni me provoca echarle el diente
mucho menos saborearlo
ni el más mínimo roce de lengua
sí, ese
me da asco como el chimó
y sólo de vez en cuando
logra alborotarme lo dientes.
A los poeta les regalo
un poemario de sí mismos
más 20 foticos tipo carnet
pa' que vayan de tienda en tienda
a buscar un buen trabajo
Y es que es tan fuerte la cosa
amigo,
amigo antipoeta
trabajador
echao pa' lante
vende pasteles
que cuando escucho el chirrido
dulcísimo y maligno
de aplausos y muelas
sé que sólo me queda triturarlos
y luego escupirlos
fabricando una pastica
para calmar esta dentera.
Decidí alquilar mis ojos, ha sido una decisión de esas serias, que tomas en
cierto punto muy maduro de tu vida. Hoy es el gran día, me paré erguidita,
planchándome la falda con saliva, en la plaza de la universidad, donde todos
fuman y lucen poco intelectuales, es como mi placita candelaria. Sí, la placita
candelaria donde me poso y pelo bien los dientes, luego los ojos, como
queriendo recordarlo todo antes de que desaparezcan. Miro a la gente que está
sola pero no lo está, esos son los más ingenuos, de seguro me harán ofertas
rápido, los primeros postores, los más hambrientos, jummie. Llegan curiosos,
buscando algo novedoso, en cualquier momento comenzarán a golpearse por estos
globitos, jaja, se morderán hasta crear baños púrpura. Ya, miren, miren, están
untándose rabia en la piel, gimen y gimen por estos ojitos, con pestañitas
malignas que suenan a kilómetros, pestañas del demonio. Piden clemencia, dicen
jaja, sí, aún hablan y dicen: "por favor, por favor... piedad, piedad,
deje de moverlas, ese sonido, haga algo." Me estoy quedando aquí,
vengándome de estos malditos, torturándolos de a poquito, todos corren y se
muerden, algunos se quedaron sin narices y se dejan guiar por sus dedos
alocados; creo que los de allá llevan disfraces, intentan dárselas de listos
para llegarme más rápido y zas! arrancármelos sin piedad. Pobre gente, toda
alborotada, ciega, ingenua, precoz. Ya estoy murmurando cosas por inercia,
pasándole datos de procesos dolorosos, de cómo me gusta que usen las manos y no
tenedores para comer; ojalá conservara aquel espejo para ver a mi padre. Estoy
muy ansiosa, quiero saber ya quién dará el primer paso, se entretuvieron
muchísimo corriendo y girando, ya la mayoría no lleva sostenes.. en cualquier
momento, lo sé, prontito, alguno llegará, recordará a qué vino, lo sé, alguno
lanzará el primer alfiler. Necesito que los saquen de una vez por todas,
"pobrecita la niña de los ojos que suenan como aviones lejanos",
"la niñita que todo lo ve, pobre, pobre, abrácenla, debe ser duro" .
Esos desgraciados, no les quiero ver más, es suficiente con tener que tocarles
todos los días sin que lo noten, es demasiado eso de calarme que me griten
"monstruo!", dios, dios... lloro, lloro mucho dios, al menos me
hubieses creado cíclope, ¿pero, dos? ¿dos? cargar con ellos toda la vida...
verlo todo sin poder tenerlo... es horrible, doloroso, humillante. Aquel sujeto
me notó, está caminando cerquita, da vueltas sobre mi abdomen con sus
pecesitos, quiere sacármelos y chuparlos, así, rico, como una chupetita de
maní, sí, sí.. lo sé, falta poco para dejar de verles. Todo será oscuro,
cálido, silencioso, estático...eso, se me hace agua la boca al imaginar los
sonidos del lago, sólo el sonido y el olor a algas, sonido de lengua pataleando
en saliva, como masticando placer. Jummie. Jummie.
Ese perrito de allí se parece a mí
perrito negro
perrito masticando en la nada.
Ese cachorrito ya no chico
escarbando con diente en bolsas de cemento
El pobre se asusta de vez en cuando
voltea como loco a verme
me pica un ojo y sigue en lo suyo.
Pobre perrito , pienso
perrito doliente
con la bocota sellada
perro,
perro
tantas habladurías
se cansó de hablar el perrito
ya no quiere gritar
ni siquiera
pobre animal
suicida
triste
pobre
escarbando en la bolsa
ésta no ya no tiene nada
y escarba
escarba
alucina que la saliva no es hambre
pobre perro a lo Pávlov
pavlovcito, sudoroso y jadeante
rebuscando en los escombros
masticando piedra del callejón
no te asustes, cachorrito
todo estará bien
buscaré un poco de agua
a ver si te ahogas.
No puede, no puede
tanto intentar abrir la boca
grandota
y nada
el hocico pegado a la bolsa
cemento de hielo en la lengua
no puede, pobre
pobre
escúchame Pávlov
pon a salivar a este chico
a este intento de hombre
ponlo
anda
dime
cómo haría yo
quiero que salive
y se sacie
y deje de esconder su rostro
dentro de esa bolsa sucia
pobre bolsa y pobre él
coro no les perdona
ya ni es coro
callejón perdido
casas desgastadas
perro perdido
bolsa perdida
cemento ausente
cemento cruel
en la garganta
abrazado al paladar
casi casi en pulmones
cemento
más cemento
y el perro
allí
triste
buscando...
y nada,
nada Pávlov
dime chico,
anda
¿cómo?
¿cómo hago?
yo busco el agua y el pan
le bailo alguna musiquita
me pongo pantaletas animal print
dime
dime Pávlov
no seas cruel vale
dime cómo hago
para que la saliva brote otra vez
y me inunde
así,
hondo
hondo
pávlov
más hondo
la saliva
pávlov
no debiste jugar
niño malo
niño malo perro
perro niño
sin salivar
sin olfatear
sólo tocar
tocar y buscar
en sacos que no existen
en sacos imaginados
con profundidades surrealistas
deja de alucinar el saco
no hay nada chico
no hay nada.
Ven a lamer estas marquitas
este lunarcito de los labios
estas intensidades de los 20
esta crisis del cemento
del silencio
de la espera
ven , perrito
mío,
bello,
perro hermoso
con cabello negro
y tez morena
ven
pávlov de experimentos no sabe nada
ven,
come,
anda.
¿sí?
Borrador
3.
boquita de lunar
lindo
perfecto
tallado a la
antigua
perforado con
petróleo
lunarcito simple
sobre líneas y
aflicciones
lunarcito que
tiende a pucheros
lunarcito
confundido
ausente
lunar hermoso que
se posa
y sonríe
y entristece
y así está
siempre allí
pegado
como un post it
como un
"hola, eres tú.
qué lindo que
llames"
el lunarcito se
curva
se hace labios
boca
lengua
el lunar se hace y
se deshace
el lunar vuela y
se vuelve loco
cambia de colores:
púrpura, azul, amarillo
y fluorescente
sí, le gusta
brillar por las noches
se ríe con los
juego de linternas
con la música fea
de los audífonos verdes
el lunar se ríe y
llora
y la boca se jacta
se jacta de éste y
su agonía
de su morfología
inexacta
lugar cancerígeno
y doliente
ay, lunar
tan estancado y
taciturno
postrado como una
bala que no sale
temeroso e inmóvil
ay, lunar
cuántas lunas que
no te gustan
cuántos años
humedecido
llamado falso
lunar con deseos
de ser pintado
de ser borrado con
tónico y agua
con pañitos
olorosos.
ay, lunar
te alucinas en
cuentos fantásticos
caminando
con sus lunares
comiendo piña y
riéndote bajo un árbol
te alucinas
tomando tinto y besando
estás cansado de
que la boca te robe el show
estás planificando
la huida
algún escape de este
hundimiento.
Pósate lunar,
quédate
quédate y nada
te permito nadar
anda, traspásate
preséntate
haz de girones y
revuélcate en él
te doy permiso
para conocerle
para ser
humedecido por su sexo
te doy permiso
luna lunar,
te lo permito y te
lo aplaudo.
Anda, sin pena
adelante, amigo
dile bonjour al
despertar
luego empápate en
té verde
y recítale algo
lindo
muévete sutilmente
mírale
mírale esa sonrisa
perfecta
lunar perfecto
posado en su espalda o cuello
qué se yo.
Te prometo que se
llevarán bien, lunarcito
Tal vez hasta te
bauticen
te den un nombre y
apellido
y dejes de
llamarte lunar,
cuando estés
frente a él.

José
Miguel Méndez Crespo
Nace en Barquisimeto estado Lara (1987).
Miembro y Co-fundador del Colectivo
Literario “El Cuarto de los Duendes” y vicepresidente de esta misma Asociación
Civil. Co-fundador y vicepresidente adjunto de la Revista literato-cultural “La Lucerna”. Coordinador del Cenáculo
de Investigación Cultural y Literaria
UPEL-ESTE. Miembro y vocero principal de Eventos y Certámenes de la Red
de Escritores y Escritoras Socialistas Capítulo Lara. Ha participado
internacionalmente en el Festival de las Juventudes Artísticas “Romerías de
Mayo” en el centenario de José Lezama Lima Holguín, Cuba (2010). Ha sido
miembro jurado de la III Bienal de literatura “Rafael Rodríguez Boquillón”
(2012). Ha obtenido el premio Municipal “469 ciudad de Barquisimeto” con el
poemario Agilidad del pozo
(2013) Ha publicado concepto invisible y lealtad al libro, prosa literaria Cuadernos de
Altagracia homenaje a la poetisa María Ines Duin (2013). Profesor de Educación
Especial mención Retardo Mental UPEL. Ha sido merecedor del 2do lugar premio nacional de literatura “Rafael María
Baralt” UNERMB con el poemario Escarpines en el agua (2014). Ha
publicado artículos de investigación literaria en diversos diarios de la ciudad
de Barquisimeto. Posee varios trabajos literarios, narrativa y poemarios inéditos.
Nombra a:
David Arturo Gómez
Ronny Pacheco
Nomis Méndez
Mariana León
Wafi Salih
Diálogo
de plaza
Me
dijeron:
- tu amada bebía
todos los continentes
con una rara rosa
profunda
sobre la noche
y todos
los siglos de pájaros
intensificando una grieta
de mármol en su boca.
Respondí:
- no la conozco.
Es
serio el laberinto
Vivía
de ti, con una angustiosa sabiduría
confundida
vivía y el jardín de Barquisimeto
prometía
otra fantástica fidelidad con la plaza Altagracia
vivía
y vivía de agua dulce, de candidez ardiendo
en
cada minuto con el viento, ayer guardé un humor
nunca
revelé el motivo, pero en el puente y la estatua
aun
vivía sin querer y el cielo era un escandaloso festín
no
lograría soportar una falda con geometría en mí cuerpo
quiero sueño, vivía distraída y si alguien
sabe tener la razón
aíslese
de la poesía; la enciclopedia es para rendirse en la tierra
si
alguien defiende la razón.
Vivía
con tu rostro, con mi amargura temporal
que
soltaba una risa al picar melones y naranjas
yo
sola vivía, sentía la distancia, un dolor espontáneo
si
la ventana enciende a Europa y una cascada de África
aquí
no existiría el secreto;
una
luna, un salón de buenaventura
una
peinadora en mi cuarto para colgar toda la historia
si
Barquisimeto muele la raíz femenina en las palmas
si
el ciclo de la vida es una pequeña acentuación al contemplar
así
pasan los días con incorrecta lluvia
con
la conciencia de la muerte
y
la rápida eternidad.
Del poemario
Agilidad del pozo

Nacida en Maracaibo; Estado Zulia, vive en Coro
hasta comenzar su formación universitaria como artista plástico en
Barquisimeto, Venezuela. Asistente de Restauración para pintura mural y
mobiliaria. Estudiante de la Licenciatura en artes plásticas en la Universidad Centroocidental
Lisandro Alvarado, Comienza y desarrolla una investigación minuciosa en el
plano bidimensional con el dibujo conceptual e ilustrativo y la acuarela,
incursiona además en el dibujo digital. Relaciona su propuesta plástica con
escritos propios, sumando el dibujo a la narrativa y la poesía, elemento
distintivo en sus obras, en las cuales escribe para “sanar” la herida del
lienzo.
Nombra a:
Luis Manuel Pimentel,
Jesus Amalio Lugo,
Jose Miguel Méndez Crespo,
Miguel Crespo,
Daniela Naveda.
Cortometraje 29-21
Puedo visualizarte,
sonríes y levantas la mano derecha, tras tu cuerpecito un muro de ladrillos te
ampara. Está nevando levemente, llevas un sweater y calcetas dobles.
Puedo ver como tu mamá
sonríe y te impulsa con la mano, corres sin pensarlo y desapareces de su vista.
A la misma hora estoy dibujando en el cuaderno, me distraigo, la maestra me
llama la atención, me irrita y me muerdo los labios.
Casi puedo tocar tu boca cuando sonríes y soplas las últimas dos velas, tienes
trece años, Tu papá apoya su mano en tu hombro, estás creciendo.
Tengo cuatro años, estoy
llorando porque extraño a papá, mamá tuvo un cambio repentino de animo otra
vez.
(copos de nieve se reúnen en tu nariz, el infinito es
la cordillera)
Corres por el patio del colegio, tienes quince años y eres alto,
levantas el balón y fallas una vez, encestas dos veces, una chica te ve de
lejos, tus mejillas están sonrosadas, dulces.
Tengo seis años, estoy
en una fiesta de cumpleaños, veo fumar a la hermana de mis amigas, algún día yo
también mirare el cielo con una cortina de humo.
Tienes 16, buscas a tu hermana en el colegio,llevas a tu novia de la mano. Tu
hermana la ve mal, quieres resolver el presente, aun no piensas en el tiempo.
Tengo siete años, hoy
recibí mi primer besito, no se porque, pero siento culpa.
Tienes 18 años, vas a la universidad distraído (no te importa mucho), anoche soñaste grandes
cosas, eres un héroe. Cuento mi cumpleaños número 9, desde ese día tengo el
dedo anular izquierdo parcialmente quemado, desde ese día comprendí que voy a
callarme muchas cosas, es feo ser niña.
Soplas un número 20 de cera, tu mamá compró el pastel, sonríes, hoy pensaste en
el futuro, no tendrás más nunca ganas de morir.
Tengo 11, sucedió de
nuevo.
Espera, sigo teniendo once, Once años y trece días... Hoy hice un dibujo muy
bonito, más tarde lo quemaré.
Tienes 22 años, el progreso no existe, crees que el
mundo existirá para siempre ahora.
Tengo 13 años, hoy me
lancé del tercer piso, todavía no he despertado.
Tienes 29 y tengo 21, estamos en distintos países, estamos en el mismo momento,
cada uno sin contarlo.
Otro suspiro de.con.para. V.
Oda narcisa.
Para mí, me traje mis mejores galas, piel desnuda con olor
a mujer de vino, a oscuridad. Me contemplo y me lleno de mis formas, me amo y
me respiro, en mis labios hay un rosa que no es tan claro, y se funde con mis
ojos aceituna, tengo en un solo rostro un prado de primavera. Me gusto desde la
punta de mis pies, hasta mis rizos cortos sin peinar, me gusto así natural, con
un exceso en la distribución de mi peso, me gustan mis formas latinas, el
acentuado quiebre en la cadera, las nalgas voluminosas que me dan forma de
montaña en ascendencia, los senos pequeños y espontáneos con su aureola rosada
tan pequeña, el cuello que no es corto, y siempre deja que un rayo de luz se
filtre y caiga en lado izquierdo besándome el corazón, y hasta las manos! Las
manos suaves que acarician con fluidez pero que también tienen registros de
revolución, de cambio…
Para mí, me traje estos girasoles, gigantes y con olor a
lluvia que los contempla desde sus propios pétalos, me traje tierra del campo y
la dejé fuera de la ventana para respirar a diario ese polvo ocre de historia y
de trincheras, me traje un fusil sin balas, para poner a dormir la guerra, y me
traje un camisón blanco, que me pongo puro y limpio cuando me siento a tomar un
té y contemplar el futuro, divertida.
Para mí, solo para mi, existen colores y esencias, muchas
copas, muchos libros, mucha tinta, mucha risa, mucho logro, mucha pintura,
mucha gloria, mucho ocaso, mucha luna, mucha cama, mucho orgasmo, mucho tiempo,
mucha vida, muchas ansias, muchos poemas, muchas cartas, muchas revelaciones,
mucha música, mucho guiño, mucha historia, mucho… Para mí.
Para mí, he traído estos poemas de Sabina, esta frase de
Neruda, esta novela de amores infinitos de García Márquez, esta canción labrada
de simón Días, estos puntos de color de Emiro Lobo, estas ganas tan ansiosas de
Kundera, esta bandera blanca sin paz ni dueño, estos zapatos viejos para
lanzarlos al vacío y correr en el lodo, esta lluvia violeta, este paraíso de
sierra, para mí me traje una habitación divina, de paredes antiguas que huelen
a cuerpos que dejaron que el amor los hiciera, me traje aire, me traje sombras,
me traje velas con aroma a castaña, me traje limones amargos y me traje maíz
tibio para hervir al vapor cuando cae la noche y las luciernagas hacen su danza
en la ventana.
Para mí, para mí, me construí todo este universo para mí.
Me traje una garza rosada para volar en su firmamento, y una guitarra, para
rasgar el silencio cuando olvide de donde vengo y porqué estoy acá contigo,
fantasma viajero. Para ti? Para
ti me traje todo eso conmigo.
Trstie
Esta sombra tan frecuente, tiene manchas azules en su
vestidura. Tú apareces y desapareces, como la risa del viento un día de enero,
velas negras, tus huellas pisando mis talones y la luna de abril que apareció
el mes pasado.
Este don mío, de no decir lo que escribo por temor a
traerte de vuelta, como si ya no permanecieras en mis dedos húmedos de tinta,
tanta tinta, tinta tonta, tanta muerte en esta copa de vidrios color atardecer
sostenido en la menor. Río, me desvisto, me toco, al fondo de mi vientre vive
tú latido, Suceder involutivo de las mariposas. El Ciclope, la botella
derramada en mi cuerpito adolescente, al fondo de mi vientre vive tu latido,
suceder involutivo de las luciérnagas. Luz iridiscente, el amor al revés tiene
sentido y no me gusta.
Una mancha amarilla, pinceladas tímidas, todas tan mías,
tan ausentes. Pedacito de canela, muñequito vudú, té de azafrán empapando tus
pestañas glaseadas de soledad, si despiertas, veras mi ventana y tras ella el
fin del mismísimo universo, esta sombra tan ridícula, nos abraza y nos abandona
en un aire de vinos evaporados al calor de una fogata de llamas y lamidos en tu
sexo, amargura pura.
Que belleza, el cielo y la muerte del cielo, la tierra y la
muerte de la tierra, tu ausencia y la muerte de tu letanía de lujurias
maduradas en papel crepé, boca de celofán, campanadas a las tres menos cuarto y
tu habitación inundada de interrogantes con un SÍ en tu pecho, en tus manos mis
orejas escuchando el palpitar de tu ritmo, el olor y tu pulso, la vieja manía
de tocar tu estómago, bendito, fruto de maldiciones arrancadas de mi silencio.
Me haces falta, los médanos te devuelven, partículas,
cenizas amarillas que estampan tu cadáver en el sol, guiando mis días por una
franja de letras esparcidas como sombras, en esta ciudad de desperdicios
lunares, tú antes que nada, eres el centro de venus, un alter ego que revive
mis deseos masculinos, de llevarte a la cama, este triste mar de ropajes
vacíos, tu ausencia me toca y siento escalofríos.
Muertes lentas se desdibujan en mis tatuajes, resecos, hay
grietas entre los poros de mi piel y tus lagañas violeta, hay uñas marrones
rasgando este bastidor sin historia recitada, me consigo en los espejos, están
por todo el suelo que piso, parece que se diluyera, pero solo es agua, besos
ácidos que mis pies reciben de tu casa, el infierno de loas de papel, arcoíris,
este desorden, está locura, esta necesidad.
Una pastilla. Dos pastillas, los cigarrillos no te elevan,
eres una figura de humo sólida. Al fondo de mi vientre vive tu latido, Suceder
involutivo de las libélulas. Río densísimo, ahogado en pozos de lodo donde
respira tu fantasma, alimentándose de hierbas y sueños todavía ocultos en el
destino, vereda inconclusa, terrible búsqueda, mantequilla estampada en tu
tapete, mejillas de porcelana besándose en el techo.
¿Temo?
Parece que no terminare de salir nunca, tejidos de vellos
blandos donde reposan nuestros fantasmas, nuestros sopores, somos figuras y la
angustia nos une y nos abraza, un contenido de millones de vacíos, un vapor de
orgasmos consumidos en el cenicero, una tetera en silencio, repleta de purísima
sangre, nuestra.
Al fondo de mi vientre vive tu
latido, suceder involutivo de las golondrinas, y esta sombra tan frecuente
tiene manchas azules en su vestidura, suceder involutivo del olvido.
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Santiago Acosta ha publicado el
poemario Detrás de los erizos
(Ganador del V Concurso para Obras de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores,
2007) y la plaqueta Caracas (Buenos
Aires, 2010). En San Francisco, California, es codirector de Canto: A Bilingual Review of Latin American
Civilization, Culture, and Literature. En agosto de 2013 comenzará estudios
de doctorado en Columbia University, Nueva York. En Caracas editó, junto a
Willy McKey, la revista de poesía El
Salmón (Premio Nacional del Libro, 2010). Lleva el blog
http://detrasdeloserizos.blogspot.com.
Nombra a:
Willy Mckey
José Delpino
Adalber Salas
María Alejandra Rojas
Claudia Sierich
CARACAS
Amo la basura, porque la poesía vive ya con la basura.
MANUEL VILAS
Mira qué grande
cómo las avenidas
lamen los
hocicos de los aeropuertos.
Mira esta ciudad
de historia nueva, de mujeres y hombres nuevos.
Dime
si no es grande.
Caminamos junto
a los edificios, les rezamos,
les pedimos la
eternidad, la chispa de la locura. Les debemos
la espiral negra
de los estacionamientos, los cincuenta motores
que cada mañana
nos elevan con sus ladridos perfectos.
Mira qué grande.
Cómo me gusta esta ciudad.
En San Francisco
me cansé de la misma sonrisa idiota
repetida en
todos los rostros.
Nueva York es un
espanto agotador,
un martilleo
cruel en las costillas.
Ni en Buenos
Aires, ni en Bogotá, ni en Madrid,
vi árboles tan
saludables.
Barcelona es un
mito, una ciudad simulada,
un pasillo de
bohemios malnacidos que se ahogan en el mar.
Yo amo el amor
asesino de los motorizados, los taxis piratas,
el temblor
agridulce de los camiones de basura a las 12 de la noche.
Amo el aire
acondicionado de las salas de espera
(su rumor de
basso continuo), el llanto áspero de los bebés,
el estruendo de
los patios a la hora del almuerzo.
Amo las
braguetas abiertas de los mendigos en las ferias de comida,
el himno pastoso
de la mugre,
las oficinas
inflamadas y transparentes cual supernovas
que nublan el vacío como el halo
amarillento
de los postes de luz.
Adoro el miedo
carburando en
las aceras con su elasticidad repentina en la
luz rota del
amanecer.
Oh miedo, mi
único proyecto, mi última fiebre.
Leyendo a La
Loca mientras espero que termine de llover,
recuerdo a un
viejo amigo que murió apuñaleado
en la Semana
Santa del año 2017. Pero él mismo se lo buscó, sí señor,
por no saber lo
que es un psicópata,
qué clase de
carros manejan,
qué armas llevan
con ellos todas las noches,
qué son capaces
de hacer si los miras a los ojos,
qué significa si
aceleran a todo dar.
Caracas, estoy
detrás de tus rodillas, con la joroba llena de dolor.
Yo era para ti.
Acércate y calma mi dolor, acaricia mi pelo.
Este es nuestro
tiempo, pero te haces vieja,
lo dicen todos
mis amigos, mis amigos derramados,
descuartizados
por todo el planeta. Mis amigos lejos de ti y de mi corazón.
De mi supremo
ojo saltan monedas, de mi supremo amor
cae el peso de
tus ruidos industriales. Eres
una autopista
dorada, el mármol negro de la aceleración.
Yo soy tu órgano
rojo.
Odio los
amaneceres, odio la brisa y la luz de la mañana,
su nitidez
intacta que pretende burlarse de mí.
Esta es mi
lanza, esta es mi bicha —digo como Arquíloco—,
apoyado en ella
bebo y con mis músculos desafío a los barcos.
Así espero
(esperamos) durante siglos
la llegada del
fantasma de Dios,
el más
evolucionado de todos los simios,
oh Cristo verde,
mutante resucitado que vendrá a incendiar nuestra ciudad
pero yo le
partiré la cara.
¿Qué cosa es la
ciudad?, ¿nos interesa a los poetas?
¿Habrá ciudades
después de la muerte?
¿El cerebro es
como una ciudad?
Las paredes
laten con firmeza, se calientan.
El futuro es un
pozo de negaciones, una cifra escrita en la vigilia,
una vena que no
brota... Estamos locos,
pesa el
intestino bajo los ojos, pesa la cáscara del desaliento,
el hastío nos
revela el pulso concreto de las cosas
y en el torpor
de la noche comprendo que soy varios poetas,
3.05
am, ahora entiendo
que soy
mis dedos poetas
mirando como yo
una pantalla luminosa, bebiendo como yo,
masturbándose
como yo en la noche ciega de Caracas.
Mira qué grande,
qué bonito.
Bajo este cielo
justo nos tumbamos, estamos tumbados,
y en nuestras
manos se hincha el glande robusto de la felicidad.
IRSE
Bendícenos,
Señor, a los que tenemos poco tiempo y mucho futuro.
Tienes que
complacernos, Señor, porque así somos,
impacientes y
desvergonzados. Porque hemos sufrido.
Ya sabemos que
no todo es estar drogados en las montañas,
no todo es hacer
mapas de nada y pensar en la nada y sentirse vivos.
Lo hemos
aprendido por las malas, Señor. Hemos cambiado,
hemos
comprendido. Bendícenos, Padre,
a los enemigos
de la esperanza,
a los que nos
fuimos, a los que renunciamos,
a los
descerebrados por el virus del miedo,
a los que sólo
vemos en el presente la escoria del mañana.
Me duele la
mandíbula cuando recuerdo lo pequeño que era mi país.
Mi país era una
diosa de cemento a la orilla de un río envenenado.
Era jugos
vaginales, paisajes degollados, intermitencias.
Yo creía que mi
país estaba en mi cuerpo
pero mi cuerpo
es incorruptible y no hay país que sea un cuerpo.
¿Recuerdas, amor, todos esos días
viajando solos,
mirándonos a
través de ventanas que no eran nuestras?
Sólo había que
resistir un poco más,
sólo teníamos
que olvidarnos de nosotros.
“Ya tengo en mí
los pasajes. Ya tengo en mí tu pared de calma.
Hold on, darling, you’ve got to hold
on”.
Mi país es el
poema más grande que he escrito.
Esta ciudad me
hace sentir hambriento, todo me acelera el corazón,
cualquier cosa
me encandila durante horas.
Ya no soy el
tipo paciente de antes.
En Union Square me he sentido un
ácaro industrial,
un parásito de
hierro manchando de óxido
la entrada de
una boutique.
He llorado, he
estado ciego, estuve en coma, puedo jurarlo.
Esta ciudad me
hace adorar la falsedad y la cólera.
Camino en la
noche y lo quiero todo, quiero el mal,
quiero la sangre
de la vida. Ya no me controlo,
odio mucho, odio
con glamour. Soy la mitad de un fantasma
pero el mundo me
sigue ofreciendo la vida.
Irse, porque no
soportamos el silencio del Sol,
la carne
indiferente del universo.
Irse, porque lo
perderemos todo si no nos partimos los huesos.
Ocean Beach.
Hay barcos
formidables deslizándose detrás de la bruma.
Duele seguir con
la mirada esos ángulos rectos, los rojos containers.
En la orilla hay cuerpos
transparentes, látigos verdes, hay
dementes entre
las olas que agitan los brazos como babosas de mar.
Salivamos.
Huimos. Sólo pienso en salvarme, no en hacer caminos.
No hay caminos,
hay cosas pasando, ruido.
Mis oídos no
soportan el alarido de los rieles
cuando atravieso
la bahía.
Las grúas se
iluminan, la bahía se ilumina.
Así son los
puertos de Oakland. Blancos. Lejanos.
Veo esas cosas y
enloquezco.
Irse, querer
cualquier cosa, despertar con un agujero en la mano
y sentir que
llevamos 29 millones de años
esperando el
gran meltdown. Un final bello, monstruoso.
Estaremos bien, no nos perdamos.
Nuestras crisis
son las mismas
y todas las
ciudades se caen a pedazos.
Escúchenme, lo
diré una vez más: todas las ciudades
se caen a
pedazos, sólo permanece el deseo.
Mi deseo está
ahí, deseándome como loco.
Me encanta
distinguirlo, poseerlo, recorrerlo.
Lo violaría con
ruido,
sintiendo en mis
manos su carne tibia, su extensión sedienta.
Bendícenos, Señor, a los que te
hemos traicionado.
Sálvanos de la
pobreza, sálvanos de la desesperanza.
Sálvanos, Padre,
de Barcelona, sálvanos de Madrid,
sálvanos de San
Francisco, de Nueva York,
sálvanos de
Buenos Aires.
La beatitud no
es más que un sueño violento,
pero tu
salvación es puro misterio,
un gueto
abandonado que hemos venido a poblar.
La costilla de
la ciudad es un viento gris.
Los barcos se
frotan como gatos, se untan de almizcle.
Quise buscarte
entre la arena
y me quebré en
dos como un pez verde.
Dime qué somos, amor, fuera de los
barcos,
“soles
pacíficos, mujeres de piedra”. Todo es brillo,
no saber lo que
se dice,
perdernos en la
ciudad todos los jueves, extáticos,
buscando una
planicie, lugares anchos para respirar y redimirnos.
Poemas de Detrás de los erizos (2007)
No te arranques
de tu curso detenido
Quédate donde el
aire se cría delgado
Que el largo
tensar la cuerda
bajo las
esponjas del día
sea el único
paso que lleves en la boca.
* * *
Siempre que
atravieso tus pasillos
me alcanza
un puñado de
ventanas nerviosas
Al fondo vigila
una lámpara
negra como una
garza de tinta
que se eleva
entre sillas
y santos
Sentarse ahí es
el asma hundida
bajo un techo
que finge crecer.
* * *
Entre las muelas
de la tarde
crece la piel
de los nunca
delatados
incendios
Mandíbula
único arco que
se inflama
también tengo
que llevarte.
* * *
En el cruce de
las hazañas
y los llamados
tardíos
algo detiene la
red
que ensayas
frente a mi
tropa de mártires
Bebedero de
carroña
no vengas si
traes
algo más que tus
escombros.
* * *
La Canal
Dime qué es lo
que jadea
detrás de los
erizos
Cuál es la fruta
oscura
que despierta
en la piel de
esa torre de algas
Cuánta es la sal
que se acerca
para romper el
oído
de quien ya no
insiste
en el espeso
eslabón del aliento.
* * *
En el ruido
retrasa tus ojos
Saldrás del
cruce
de rodillas
y sin sombrero
pero con la
blanca
manera de soltar
hacia arriba
tu mano abierta.

Josué
Calderón,
San Cristóbal - Táchira, 1993. Estudiante
de letras mención Lenguas y Literaturas Clásicas de la Universidad de los Andes
– Estado Mérida, Venezuela. Ganador del tercer lugar en la mención de poesía en
el concurso “Explosión Cultural Bicentenaria” nacional en conjunto con Jesús
Montoya y Fernando Vanegas por el poemario “Once poemas en los cuadernos de
noviembre” cofundador del grupo literario los hijos del lápiz.
Nombra a:
Roberto Morán
Mónica Gómez
Alejandra Pernía
Luis José Oropeza
Sury Sánchez
Apuntes desde el Eretz
***
Dioses
vednos pequeños como nuestras grandes manos
y con el pecho helado de una cueva
y si tenéis manos, acaricien nuestro cabello
dadnos de nuevo el fuego
pero uno diferente
el cual brote con el choque de un abrazo.
*
Hombres
las palabras nos quebraron los dedos
y este dolor cubre las llagas desde los pies
hasta la bestia del corazón verdadero,
han disfrutado de tierras largas y hermosas,
pero belleza, qué tan real eres cuando no abres los ojos.
*
Madre, tus arrugas apenas brotan por tu rostro,
dices que guardan cada recuerdo
de tú hijo que te hizo llorar.
*
Padre, tus manos ahora no pueden acariciar sin lastimar,
y este cielo azul, grande e infinito es tu vientre
donde calentarás tus manos.
*
Amigos, tengan fuerzas,
nuestras manos están suaves,
aún no hemos gritado nuestro nacimiento
dentro de este gran vientre llamado cielo.
*
Un
poema travieso a veces
salía a jugar por un par de líneas para ser borrado
La poesía ha sido el himno
de unión de los amigos
la cual comprende el verdadero dolor detrás de sus palabras
siempre tristes, siempre trasnochados, elevados en las noches
e iluminados en las calles por los faroles encendidos
pues parece que lo único que nos ha traído fue oscuridad en vez de alegría.
Es un castigo al Alma, una
forma de amar a la belleza que apenas no es dada, y que se aleja cada vez más
en cada poema,
en cada respiro atrayente de vida
en la alegría fulminante
pesimismo siempre altivo
que anda y camina
escabulléndose a calles oscuras
representación de nuestro corazón.
Nuestra intención en
principio fue creer en el hombre,
en la humanidad que nos separa
y en los abrazos que nos unen.
Cuando niños los ojos nos aleteaban como una mariposa
eran nubes en la que los dioses descansaban
y aunque habláramos la lengua caía al piso
por la magnética imposibilidad de representarlos en el lenguaje.
Así de este modo
los labios se nos fueron cerrando fuertes como un puño
de victoria, derrota y silencio.
Ya de grandes conocimos la
poesía
y un poco de nosotros mismos en el otro
formando un soporte sobre el cual buscaríamos en la cima
lo que únicamente era bello.
La miseria no nos fue castigo
pero si
lo fue la lucha contra ella.
Aquellos rezos años atrás
cuando creíamos que el espíritu divino
llevaba el único deseo
de que la vida no se escondiera en un sueño.
Sueños con ojos cerrados,
mudos
dirigidos al dolor, a levantarse y cepillar los dientes
y olvidarlo
aquellos recuerdos no nos pertenecen
aquellas licitudes nos duelen
y nos es imposible escribirlas.
Eso nos unió, e unirá a
todas las generaciones de poetas de cada era
como las palabras de fuego quemarán la oscuridad
para comprender la luz, así me decía un amigo
creyendo y alejándose a cada rato de la verdad en la cima de ella.
El único estilo de vida de
aquellos viejos amigos
que aún me acompañan
es el dolor, el amor, y la esperanza.
Fernando y Jesús, eternos borrachos de los bares más alegres
Cristian, chileno, no estés atrapado en la misericordia de tu cuerpo
Latinoamérica está en los cabellos de los andes
Sasha, eterna enamorada de la sinceridad de un corazón
amigos esta fiesta está en la cima de la guerra
Diego, te deseo el cielo para que te sientas libre
Manuel, ya quiero que tu Liam nos acompañe y me pida la bendición,
Roberto, no estés triste pues tu cuerpo es viento
y aquellas personas que he conocido les agradezco haber estado conmigo
Romero, la primera cerveza con la mano izquierda no fue la última
Devia, pinta paraísos azules en tus ojos
Omar, definitivamente la salvación está en el amor
y esta es nuestra forma de amar.
De este modo les pido perdón por callar
pero el tiempo siempre juega las suyas
cuando uno lo ve desaparecer.
***
Tu
boca no está hecha para maravillarse de una noche sin estrellas.
Tus ojos se orbitan rápidamente donde el magma estalla la máquina que ama.
Te has quedado sola, hasta despertar, donde la luz quema.
*
Entre cervezas, grandes caminatas y muchas personas
juegos, risas y algunas tristezas
algunas tuyas y otras
entre la incertidumbre mía de lo real
y entre la tuya que fantaseaba por otros mundos
y la mía que me hundía al fondo de la tierra
has aparecido floreciendo como una estrella en el cosmos
alumbrando el oscuro espacio de mis manos
para hundirte también como los tesoros de la humanidad
en el océano.
*
El
dolor fue oculto en las arenas
cada grano fue una lágrima que se ha secado.
Por eso, la soledad se parece a un desierto/ con la esperanza de un oasis
para que calme
tanta pena.
La
maravilla del desierto no está en su extensión, sino en su silencio
y su cansancio.

Daniel Arella
(Caracas, 1988). Escritor, poeta y guionista. Tesista de la carrera de Letras,
mención Lengua y literatura hispanoamericana y venezolana de la Universidad de
los Andes. Dirigió el programa radial El tufo del bardo (Ecos 93.9FM) en el
2008, dedicado a la antipsiquiatría, la literatura y el jazz. Ganó el Premio
DAES de literatura en la modalidad cuento (ULA), 2009. Publicó, junto con otros
jóvenes escritores, la novela colectiva policial free-jazz Una balacera abolirá el azar, Editorial el perro y la rana, 2010.
Publicó su primer poemario Al fondo de la
transparencia en el 2012.
***
Madrina
yo sé que esa viejas te llegan con cuentos míos
El Poeta
El Loco de Ejido
El Príncipe de los mendigos
Yo sé que esas viejas que te llegan con esos cuentos
son las que se cambian de acera
cuando me ven caminar hacia ellas
Yo sé que me la paso
con Chucky, El Niño y Gordo El Bambino
que son unos fumones
Yo sé que bebo
a veces
hasta borrarme con Piraña
y les doy Ganja a sus tres perras
en el hocico como si fueran besos
a María, Shakira y Princesa
para que empiecen a ladrarle
a la luna
y ver reír al viejo Piraña
humilde y sabio hasta las metras
Yo sé que cuando estoy ebrio
lloro pensando en ella
y me entra por saltar la cerca de la piscina
me gusta nadar así, Madrina
uno se está ahogando pero no,
sólo en el agua se escucha el rumor de las estrellas,
hay que estar cerca
Yo sé Madrina
que esas viejas te llegan con cuentos míos
Y que me vieron desnudarme
frente a la Virgen de Fátima
para robarle sus monedas y comprar cigarros
y que ahora me como los coquitos en La Plaza
y después empiezo a caminar muy despacio
para igualarme a las cabriolas del humo
y hacer reír a los niños
que caminan tristes para la escuela
Que camino en contravía
leyendo poemas de Vallejo
para ahuyentar el frío
Que me encontraron murmurándole plegarias
a las hortensias de la Sra. Chepa
la que colecciona cajas de fósforos
y tiene sus dos hijos presos
Que me vieron bailando reggaetón
con los transfor en la esquina caliente
Que si me metieron preso por prenderle
un bareto a Machera
y bailar mortuorio
frente a ancianos estupefactos y aburridos
Que si grafiteo las iglesias
con los zapateros
en bóxer
Que si saludo a las niñas
cuando salen del Liceo con una máscara de gato
Que si me vieron tomado de la mano
con Yuscarleny “la malita de Zumba”
comiendo helados por Centenario
todo para olvidarla a ella
Yo sé que te llegan con cuentos míos
esas viejas, Madrina
Lo de los manteles en la Cibeles
que quité sin derrumbar las cervezas
es mentira
no soy un mago, apenas un espanto
Lo del Loco Licho
que bailé break dance con él
porque estaba solo en su cumpleaños es verdad
¿Y qué, acaso no puedo expresarme, Madrina?
Que embaracé a la Sara la mansita de 14 años
es mentira, no fui yo
dígale al viejo Miguel que no fui yo
Que filmé una porno en el cuarto de la abuela
cuando ella estaba de viaje para Cartagena
para el proyecto de unas amigas es mentira
Diego es un pajuo
Que jodí a dos chinos
en un almacén sombrío
es mentira
los chinos mueren solos y más solos
Que robé un buda dorado
y se lo regalé a la vieja Euclides
es verdad
lo tiene en el pesebre de la plaza
como un Rey Mago
¡y cómo le reza la vieja Euclides!
Que robaba espejos de retrovisor
para comprar droga
es mentira
detesto los espejos
y el Chuma habla demasiado cuando está jalao
Que maldije al cura
mientras sacaba su perra
es verdad
me da arrechera que la saque con cadena
y además está muy flaca
la perra
la tiene a punta de hostias
y el cura tuvo las bolas de ponerle María
Que me comí 25 hongos el día de mi cumpleaños
es verdad
quería completar mi edad en un ritual sin tiempo
ni espacio
Lo de las ventanas rotas es mentira
Lo de los pacos en el terminal es mentira
Lo de la niña con cara de margarita es verdad
Sabes qué Madrina toda esa mierda
es verdad
Y esas putas viejas de Ejido no se mueren nunca
Todo
Absolutamente todo es verdad
Incluso este poema
Hasta este poema es verdad.

Oriana Echávez
(Tovar, Mérida, 1994). Estudiante de Letras mención Historia del Arte de la
Universidad de los Andes, Estado Mérida-Venezuela. Se mantiene inédita.
Nombra a:
Daniel Arella
Ángel Gutierrez
Tamar Flores
Luis Medina
Daniela Nazareth Romero
***
Cuando salgo a la
calle
sin ningún motivo,
más que caminar y querer vivir,
me siento enamorada.
Disfruto sentir cómo la brisa hace bailar mi cabello,
saboreo los pequeños detalles
que me hacen llorar mientras
un gato camina a mi lado.
Hay un rayo de sol que corta mis pensamientos
y mi piel se parte con cada desconocido que roza mis manos.
Y quiero correr
y de pronto caminar muy lento.
Y veo a la gente reír,
entonces mi corazón se agita,
y el mundo se me antoja hermoso.
Recojo las piedras que nadie mira al pasar,
y miro el sol con los ojos chiquitos
para marear mi mente con las manchas de colores
que se quedan paseando sobre mis ojos.
Y quiero correr
atropellar el viento,
y no regresar jamás.
Puedo andar el día entero,
y pedir que nunca llegue la noche
porque sé que me espera una cama
que me invita a llorar.
Observo a los extraños desde las ventanillas del bus
a veces los saludo, a veces los miro mal.
¡Ay, qué vida tan triste y tan bonita!
Sonrió durante el día
pero la noche, tan cruel y despiadada
me obliga a acurrucarme.
Que lindas las sonrisas,
que se frotan en mi pecho.
Todos los días me da por correr
y luego por caminar muy lento.
***
Las noches son tan
frías
que se me antoja escribir en medio de la calle
oscura y peligrosa
mientras una anciana me observa desde su ventana
y mi alma se recuesta sobre la luna
porque ya no la tengo
ya no me pertenece
desde el momento en que escribí mi primer poema
se me fue
y vivo sin alma
en un mundo sucio y prejuicioso
y corro desnuda por toda mi casa
queriendo agarrar a la felicidad
de la mano
para mostrársela a la vecina
mientras me espía creyendo que no lo sé
y no conozco las palabras
que salen fugazmente de mis manos
y no conozco el mundo
no conozco nada
sólo mis letras
que aparecen en las noches pálidas y tristes.
Mi risa es semejante a una copa de vino
y la copa se rompe
y el vino se riega
y mi risa se escapa
y llora agachada dentro de los ojos de cualquier criminal.
Me enredo con la lluvia mientras intento bailar
pero no sé bailar,
el ritmo no corre por el viento
ni por las miradas despectivas
de aquellos que se creen más
pero lloran antes de dormir
igual que yo
igual que muchos.
Amo estar enamorada
pero no sé de quién.
Vivo, esta vida sin sentido, sin sueños.
Escribo, porque no sé cómo vivir.
Canto cuando nadie me escucha
porque mi voz es como un trueno
ácido y escandaloso.
Amo, no puedo dejar de amar
amo mi memoria
que está perdida
pero no la extraño
porque no la recuerdo.
Todos los días son un poema nuevo
triste y aburrido
que me golpea la cara porque no sé cuándo va a llegar.
Un poema que nadie lee
que nadie conoce
ni si quiera yo,
porque se lo ha cargado mi memoria.
***
Estoy llena de amores
derrotados
puedo escribir con la luz del mediodía
o de la noche,
puedo despertar ahogada en palabras
hermosas, pudientes
que me arden y asfixian
que me duelen
y no las escribo
porque el mundo está lleno de tanta mierda
que no hace falta ponerle un poquitico más.
Despierto
con los sueños escurriéndose en mis manos
resbalándose por mi memoria
quiero escribirlos
pero no se dejan,
los olvido poco a poco,
sueños en los que estoy sola
en los que vuelo
en los que me escondo
y salto de un sueño a otro,
porque ninguno está completo
y descubro que mis sueños
son como mi vida
como mis poemas,
en ellos siempre habrá algo que sobra,
siempre habrá algo que falta.
***
Esta fría tarde
en la que mis manos huelen a tristeza,
les pido que corran conmigo,
que nos comportemos como locos y borrachos,
que seamos felices,
que salgamos al mundo
y abracemos la belleza,
porque la tenemos
y pronto vamos a morir.
Las noches se nos pasan por la cabeza,
y no sabemos qué hacer con ella,
nos escondemos durante el día
detrás del intelecto de hombres muertos,
y parecemos tontos persiguiendo el amor.
Vengan y corran conmigo,
busquemos a las mujeres que queremos,
gritemos al viento lo que sentimos.
Debemos mirar el mundo
con los ojos que escondemos entre la almohada.
Debemos correr entre los bosques oscuros
con el vino chorreando de nuestros labios.
El tiempo nos cambió.
Juguemos con nuestras manos entre las sombras,
porque la vida es ahora,
y se nos pasan los años
sin vivirla
mirando hacia atrás.
Abráceme,
abráceme,
que no estoy triste.
Venga y abráceme en la azotea
porque estoy a punto de saltar.
Lea conmigo los versos de la noche atrapada,
y riámonos de la tristeza.
Encuentre mi voz,
que hace mucho está escondida,
regálesela al firmamento.
Dejemos de buscar lo que tenemos,
porque nos cansamos.
Y la vida,
esa cosa triste que no entendemos
ya se comenzó a apagar.
***
Y tenía ganas de caminar por las calles vacías, descomunales,
en la noche que se siente sola, pero estoy encadenada a estas cuatro paredes
que sólo nombran el mar, pero tú eres más mar, que el agua sin sal, que la sal
de las lágrimas, tú eres más mar que mi alma, que está helada, que se llama
mía, que es tuya, que ya no es alma, que es cementerio, que me duele en las
cenizas. Y no sabes las ganas, que me dan de salir del anhelado mar, de la endiosada
tierra, de tus poros, de caminar solitaria para abandonar la melancolía en la
licorería más lejana, pero dentro de los límites de tus ojos. Y no sabes la
tristeza que me da, ver como la melancolía baila en la regadera donde tú y yo
solíamos abrazarnos. Y no sabes cómo me duelen las cadenas que me alejan del
cielo donde quiero yacer, como me aprietan en los huesos y en las venas, tan
delicadas. Me arde la pereza, me asustan los tormentos, no sabes cómo me
incendian las letras que voy tiñendo. Arrópame en la noche calurosa que te
quiero impregnar con mi silueta, que te quiero bañar de mis caricias, que son
redondas, que a veces ladran, que cambian de color, mientras no me amas. Cómo
quisiera robarte las mejillas y amamantarlas, tirarlas sobre la colcha y luego
aplastarlas. Que delicia el olvido que aun no me llega, pero que si llega,
lloro. Ven y acurrúcame los besitos, que están lejos, que no me quieren, que
cuando pasan ya no saludan, hazlos rojitos, besitos chiquitos, que huelan a
mar, a tu mar, a mi alma.

Fernando Vanegas (San
Cristóbal, Táchira, Venezuela – 1993). Estudiante de Español y Literatura en la
Universidad de Los Andes. Ganador del Primer Concurso estadal Juvenil de
Cuentos (Táchira, 2010). Es integrante y cofundador del colectivo literario Los
Hijos del Lápiz. Fue invitado al Primer encuentro Literario de Jóvenes
Creadores (Falcón, 2012), y al Festival de Poesía de Maracaibo (Zulia, 2012).
Ganador del Concurso de escritores noveles de la editorial Simón Rodríguez en
la mención de cuento con Cuadrilátero (Táchira, 2012). Obtuvo una mención de
honor en el Concurso de cuento de los Circuitos culturales 2012 de la Dirección
de Cultura del estado Táchira (Táchira, 2012).
Selección por Gladys Mendía del libro Parecido a la vida (en proceso de edición).
Diario de mis
amigos
“…ellos le
amaron asimismo
más que a sus mujeres y a sus amantes y que a su patria,
porque la patria son nuestros amigos –no son unas piedras–.”
Jotamario de
Cali – Jaime Jaramillo Escobar.
*
Yo
tengo un amigo, más un amigo, y juntos, ellos y yo tenemos una fiesta. Juntos,
ellos y yo hemos peleado hasta perder las manos, hemos gritado como si alguien
nos estuviera escuchando, como si de verdad fuéramos muchos. Mis amigos no son
quienes escriben porque quien escribe, escribe solo. Son quienes vomitan y
bailan, quienes tienen un carnaval de poemas saltando en la boca. Ellos no
creen que en el poema esté la salida porque saben que no hay tal cosa. Creen en
la verdad, en los extraños que nos hablan como hermanos, en el futuro, en el
recuerdo de los maestros que nunca nos conocieron. No se matan el hambre con
libros por amor al poema, no dejan su juventud entre la página por amor al
poema. Mis amigos y yo nos vamos quedando en el camino, en este camino, al que
saltamos sin elección.
*
Ahora
puedo irme caminando fuera de los límites de la ciudad, saltar los vertederos
de basura de las autopistas, ya puedo salirme de los extramuros, más allá de
las banderas, de llegar andando despacito a un desierto donde no tenemos nada
sobre el cuerpo, donde nos vamos quitando la ropa despacito, como los pasos,
donde llegamos y queremos quedarnos. Mis amigos y yo queremos reunir a todas
las mujeres que nos amaron algún día y sentirnos amados, queremos volver sobre tantas manos abiertas; reunir a
las mujeres que amamos y borrarles la cara con un pañuelo húmedo y limpio. Y
dejar de amarlas para que el amor entre
en nosotros.
*
Habitamos
en una casa que queda vacía por las noches, cada uno en su habitación, cada uno
en la de otro. Mis amigos y yo nos embutimos en un cuarto con una ventana
gigantesca que da a la oscuridad y a la
brisa, y yo quiero irme, despertar, pero ellos no existen sin mí, por eso me
alargan un brazo y ponen sus manos sobre mi mano, por eso me miran de lejos y
ponen mi mano sobre una espalda desnuda y caliente para que no me despierte; para que no me
vaya. Vamos hilando una historia sin testigos que sólo nace porque quiere ser
contada y repetida de boca en boca hasta mancharse y no ser la misma.
*
Mis
amigos y yo sólo somos amigos de noche, de día la casa se desvanece con el sol,
y nos vamos yendo de uno a uno. Siempre
hay que irse.
*
Estamos
sordos, la música no se descubre frente a nosotros, por eso nos refugiamos en
el poema, porque el poema es capaz de sacarle un ritmo hermoso a los dobleces
de la vida sin importar el ruido ni los gritos. El poema se vuelve entonces una
bala dormida que sin querer nos lleva con ella. Una bala dormida y fría que
amenaza la cabeza de los transeúntes que pasean llenos de ternura por la
madrugada. Mis amigos y yo, cobardes como pocos, ostentamos la excusa del poema
ante el mundo, lo levantamos como una muralla impenetrable, pero el poema y el
mundo se dividen y nosotros quedamos en la mitad, sin vida, sin poema, sin
madrugada, sin música.
*
Mis
amigos y yo, cobardes como pocos, sabemos que el poema nos mira y nos amenaza.
*
Es
tarde para irnos pero temprano para llegar. Cuando estemos de regreso el tiempo
habrá corrido lento y parecerá que nunca nos fuimos. Mis amigos y yo queremos
que nuestra partida resuene como un accidente, queremos fuego y escombros luego
de la despedida, pero eso no pasa y nos vamos en silencio, callados y
consternados por la facilidad con la que olvidan quienes quisieron querernos.
Por eso pensamos en el regreso, aquí ya todo es oscuridad y al llegar el sol
habrá salido otra vez, el miedo a la noche no será más que un viejo recuerdo.
Queremos aguantar antes de rendirnos, aunque renunciemos, queremos que el final
se aleje, que nos deje un poco de aire, que nos permita respirar.
*
Mis
amigos y yo, amantes de los caminos, andamos tarde tras tarde por carreteras
descuidadas, escogimos el camino equivocado porque no queremos llegar a tiempo,
y nadie puede culparnos, nosotros gastamos nuestra culpa hace años.
*
Si
acaso quisiéramos escribir sobre un cielo negro y estrellado, subiríamos por el
aire y pintaríamos el cielo, haríamos con las manos un cielo negro y estrellado
para poder escribir sobre él. Mis amigos y yo queremos que caiga una plaga
sobre la tierra para poder escribir sobre la pobreza, queremos un toque de
queda que llene de miedo los pueblos para poder escribir sobre el miedo,
queremos un apocalipsis portátil e inmediato para poder escribir sobre el final
de las cosas. Con la verdad bien puesta, vamos viajando de ciudad en ciudad
haciendo más ancha la sonrisa y el rumor que nos precede, que llega antes de
nosotros y nos deforma la cara. Vamos peleando en nombre de la honestidad,
perdiendo en nombre de la honestidad. Caminantes perezosos y borrachos
valientes, escribimos de la vida porque la única certeza que creemos tener es
la de haber vivido.
*
Tenemos
una herida, que es en todos diferente. A veces morena y blanda, a veces rubia y
caliente, a veces fría, pequeña, y afilada. Una herida que no conocemos porque
cambia de cara cuando volteamos la mirada, porque aprende a lastimarnos cuando
ya hemos descubierto que el dolor es cosa nuestra, una herida sabia y larga,
ancha como el pecho de mis amigos. Nuestra como las madrugadas lluviosas que se
van colando entre los edificios de esta pequeñísima ciudad que bautizamos a
diario con el sudor de caminatas infinitas e insensatas. Mis amigos y yo
tenemos los pies heridos, los labios heridos, los dedos heridos, los ojos
heridos, gastados, ahumados, usados, vueltos al revés para que luzcan limpios,
por eso nuestra herida amanece siempre con un nombre diferente, por eso no la
conocemos, porque nos conoce mejor que nosotros, porque si queremos gritar
aprenderá a cortarnos la garganta, porque si queremos llorar aprenderá a
quemarnos las mejillas. Tenemos una herida, que es vieja y astuta, que se aleja
entre la gente para cogernos por sorpresa, que se parece tanto a la vida que no
sé dónde termina la una y comienza la otra, que no sé dónde terminan mis
amigos, mis heridas y yo.
*
Escríbeme
de tus ventanas y de tus puertas, háblame de tus ventanas y de tus puertas,
ábreme tus ventanas y tus puertas, sonríe como si yo fuera todos, y seré todos
para ti, y seremos miles para ti, mis amigos y yo.
*
Que
no me hable del infierno quien no ha visto su nombre acompañado por navajas,
quien no ha volteado a mirar a un visitante como si fuera la muerte misma,
quien no ha caído dormido abrazado por los últimos rayos de los postes. Que no
me hable del infierno quien no se ha perdido entre una tristeza infinita y
ajena, quien ha perdido su propia tristeza y cuando escribe no se encuentra
entre las líneas. Que no me hable del infierno quien siga con vida, que no me
hable del infierno quien conoce la calma, que no me hable del infierno quien no
reconoce el asco en las alargadas caras de la familia, quien no ha cruzado la
mirada con la vergüenza y el miedo. Que no me hable del infierno quien ha
estado en él, porque el fuego no es el mismo. Que no me hable del infierno
quien tiene el tiempo dividido en horas perfectas, que no me hable del infierno
quien llega siempre a tiempo. Que no me hable del infierno quien no se ha
descubierto en medio del amanecer con la memoria intacta y los bolsillos
vacíos. Que no lo haga, que no me hable del infierno quien no tenga amigos como
mis amigos y los vea desaparecer como yo los veo.
*
Cuando
uno de mis amigos está tristón es porque tiene la tristeza mojada, no importa
de qué, pero mojada, la tiene desteñida, blanda, maltratada, una tristeza que
no da para más, que no acaba con el mundo, pero que basta para ponerlo triste,
un poco triste, tristón, como están mis amigos a veces.
*
Nos
sentamos en círculo porque el viento viaja en círculos y el humo sigue al
viento. Nos pasamos la palabra de boca en boca al mismo ritmo en el que gira el
último soplido que dio uno de mis amigos. Nos sentamos en círculo una noche
cualquiera acompañados por cualquiera de ustedes, y vamos cayendo uno a uno,
incapaces de abrir los ojos, viajando, volando, llorando, corriendo cada uno
por veredas distintas que se encuentran al final. Vamos cayendo, mis amigos y
yo con cualquiera de ustedes. Nos metemos en los sueños de otros como una sola
esperanza abierta mientras acaba la noche. Por eso nos sentamos en círculos,
porque el viento viaja en círculos y el humo sigue al viento y nosotros lo
queremos seguir a él, queremos despertar juntos y mirar en la cara de los demás
el recuerdo de un viaje.
*
Nos
miramos y nos decimos que en un par de horas caeremos entre la grama y la
tierra, lo sabemos y no nos importa porque queremos estar borrachos como si
siempre nos doliera algo, porque todas las noches nos rompemos el corazón para
poder beber sin vergüenza alguna. Mis amigos y yo, aprendices de cadáver,
escupimos agua ardiente en nuestras cicatrices para que se abran y nos dejen
escribir una vez más.
*
Demoramos
el llanto, las lágrimas. Dejen de llorar,
nos dicen los viejos amigos, los de antes, los que saben que todo acaba y no
quieren decirlo. Demoramos el llanto, las lágrimas. Luego de llorar nos vamos,
le sacudimos el polvo a nuestros hombros y volvemos a casa. Demoramos el
llanto, las lágrimas, para no irnos, para estirar el final.
*
No sé si algún día pueda dejar de escribir este poema,
porque no importa que mis amigos ya no sean mis amigos y que ya no estén
conmigo. Siempre tendré mi memoria, siempre tendré la frente sudada por el
esfuerzo de levantar amigos como los míos de entre las ruinas, y de la memoria
saldrán historias puras y limpias. Nos hemos estado yendo desde el principio,
desde hace años vimos como acabaría todo. Mis amigos y yo sólo somos amigos por
las noches y después de todo no supimos conocernos más allá del dolor y la
tristeza de estas historias.

Jesús Montoya (Tovar, Mérida, 1993). Estudiante de Letras mención Lengua y
Literatura Hispanoamericana y
Venezolana de la Universidad de Los Andes – Estado Mérida, Venezuela. Fue
invitado por la Casa Nacional de Letras Andrés Bello a la octava edición del
Festival Mundial de Poesía en la ciudad de Caracas como representante del
estado Táchira, así mismo, un par de meses después le otorgan el tercer lugar
en la mención de poesía en el concurso Explosión Cultural Bicentenaria en el
ámbito nacional en conjunto con Josué Calderón y Fernando Vanegas por el
poemario Once poemas en los cuadernos de noviembre (Caracas, 2011). Es
cofundador del grupo literario Los hijos del lápiz. Fue invitado al Festival de Poesía de
Maracaibo (Zulia, 2012). Obtuvo una mención de honor en el primer Concurso
Literario Internacional "Casa de la UNCO" (Chile, 2012). Mención de
honor en el concurso literario: Homenaje a José “Pepe” Barroeta convocado por
la Universidad de Los Andes (Mérida, 2012).
Nombra a:
Josué Calderón
MIguel James
Fernando Vanegas
Oriana Echávez
Antonio Mora
Selección por Gladys Mendía del libro en proceso de edición Parecido a la vida
*
Estoy bailándome la vida a un solo pie entre aguas negras
y alcantarillas. Mirando el cielo con la esperanza de que suceda algo
verdaderamente hermoso. Aquí estoy dando vueltas a mi corazón para conseguir la
otra mitad de la noche. Alegre, etéreo, porque a veces el cuerpo se me vuelve
una palabra que nadie pronuncia. A veces la oscuridad es esa palabra, otras la
luz, y cuando la pronuncian, me hago pedazos.
*
Mi vida es una nota deforme trazada a lápiz. Mírame,
estoy divido en líneas y manchado en lágrimas. Mírame, soy la sombra de los
árboles y el canto de los perros. Mírame y verás mi pasado y mis cantinas, mis
amores y mis sueños. Mírame y escríbeme el perfume de la calle en la ropa vieja
que lleva puesta mi tristeza. Contempla el infinito desde mis ojos. Siente el
majestuoso ritmo de mi corazón tirado sobre el mundo. Mírame, mírame y no te
detengas.
*
No hay ningún sendero para escapar
del tiempo
aunque me halle cansado
y enamorado de la vida
en cada chispa que de ella brota
quemándome la piel
quemándome entre la multitud en silencio
quemándome entero
con los brazos abiertos al porvenir
como si el mundo me abrazara maravillado
la verdad es que me encuentro
podridamente enamorado de la vida
y la persigo a dónde quiera que va.
Me crecen alas en las palabras
y cuanto veo se convierte en un pedazo
de mi corazón que late a lo lejos,
no hay ningún sendero para escapar del tiempo
pero sí hay abismos
pero sí hay calles desechas
y una lluvia que parece cargárselo
absolutamente todo,
incluso el tiempo.
*
Siempre regreso a los pueblos del
sur, tan altos con sus cielos y montañas. Siempre vuelvo a ellos, a punto de
amar ese sol que brinca y me pilla desde el horizonte, tirado en las aceras con
un aliento del demonio, añorando otra cosa, añorando que la vida no se me quede
muertita a medio camino.
Pueblos del sur, un hombre espera
encorvado en la acera que su destino lo recoja.
Pueblos del sur, herida, amor.
Pueblos del sur, reconozco la lengua
y el lamento de los muertos.
Pueblos del sur, huele a tierra húmeda
en cada extremo de mi viaje,
todos los viajes agonizan
en una carretera honda, negra,
pero el infinito también posee ese color.
Pueblos del sur, quisiera que alguien comprendiera
lo que ha pasado del corazón hasta mis manos,
que alguien también tocara conmigo esta infinita nostalgia.
Pueblos del sur,
de ustedes siempre me alejo con la mirada caída,
pero repleta de estrellas.
Muerto
Me dices que tengo cara de estar cansado,
que por qué tantas ojeras,
que si he dormido bien
que si he comido bien
que no me sienta sanamente leer tanto
que no esté tan solo
que dónde están mis amigos.
Me dices que estoy flaco
que estoy grande
que parezco un muerto esbelto y tristón,
me dices tantas cosas,
y yo,
con la cabeza gacha,
cabizbajo,
te digo que estás más bonita,
que te sienta bien ese color de pelo
que tienes los ojos más grandes
que nunca pensé en volverte a ver de madrugada
que los muertos también saben amar,
que me perdones
que éramos muy jóvenes
que ya no tengo la tristeza tan ancha,
pero yo sé de qué va este asunto,
sé que te irás
a través del humo
y de las luces de la fiesta,
que quizá no te vuelva a ver más,
que seguiré cansado
con las ojeras hasta el suelo
que me desvelaré escribiendo
un rato más,
que comenzaré otro par de libros
que perderé el tiempo con ansia,
poco más acá de ti,
muerto.

Nérvinson Machado (Caracas, 1976) Autor de los libros: El libro de los muertos o caminos de sueños
insomnes (Chile, 2005), La noche
latinoamericana (Ecuador, 2012) y Dub-Sar:
La angustia de Gilgamesh por la muerte de
la escritura (México, 2013). Textos suyos aparecen en las antologías: 4m3r1Ca: novísima poesía latinoamericana
(Chile, 2011), Hallucinated horse: new
Latin American poets (Inglaterra, 2012) y Barcos sobre el agua natal (México-España, 2012). También es
coeditor y cofundador de la Regia Cartonera y editor en jefe de la revista
Vanguardia Educativa. Mantiene la columna de reseña literaria Exhumando letras
en el periódico Vida Universitaria y el blog: www.exhumandoletras.blogspot.com
Selección por Gladys Mendía de Dub-Sar
Nombra a:
José Caledrón
Enuma Elish
(Fragmentos de la creación)
A veces pienso que vivo desde hace mucho tiempo en un sitio húmedo y
oscuro
Mi cuerpo está invadido de máquinas horrendas mientras floto en el líquido
amniótico del lenguaje
Aquí solo veo mis manos raquíticas pintando un siglo
dentro de este sanatorio
Permanezco [cada sonido permanece] convaleciente
colgado de un cordón umbilical a un lector tan muerto como yo
anclado a una genética que me hará repetir la angustia
y esperando ser encerrado en la caja fúnebre del papel
Por la manguera intravenosa [conectada] a mi madre
transitan millones de palabras por segundo
Respiro la enfermedad de los que sufren al huir de sí mismos
Las palabras actúan y son la peste necesaria para prolongar mi diminuto
cuerpo
Te veo desde el fin [que es mi propio nacimiento]
balbuceo de convaleciente a convaleciente
[espectador]
II
Hace frío
mi cuerpo está a punto de ceder
y ni siquiera puedo ser un donador de órganos
si mis entrañas están llenas de perros
que clavan el residuo de sus lenguas al viajero
Al fin y al cabo no nos dirás por qué estamos
en el mismo desasosiego
en lo insaciable de nuestra derrota
con la letra en la mano
III
[…] Y ahora que tengo que cortar el aire
debo pegar las rocas al texto
esculpir el ruido
escupirme en trocitos de canciones fúnebre
[He aquí mi nacimiento]
dejar que la muerte hable por mí
Yo, Asurbanipal, rey de las legiones, rey de las naciones, rey de Asiria,
a quien los dioses han dado oídos atentos y ojos abiertos, he leído
todos los escritos que han acumulado los príncipes, mis predecesores.
En mi respeto por el hijo de Marduk, Nabu, dios de la inteligencia, he recogido
estas tablas, las he mandado a transcribir y, después de cotejarlas con las originales,
las he firmado con mi nombre para conservarlas en mi palacio.
Enkidú y Gilgamesh
van en busca de Humbaba
Ríanse de mí porque cuando entré a este libro vi
pedazos de piel cayendo inundados de lepra hasta
dejar la página en blanco [Que te lloren los que te
leen y no entienden que éste es tu libro del
desprecio] Ríanse de mí y de mis huesos al aire
con el alfabeto de la pobreza a la vista de todos y las
piedras de carcajadas que lanzaron porque sólo fueron
aplausos dentro de un mundo construido de
cenizas [Que te lloren los que declinaron la
quimera y produjeron átomos de realidad que nadie
entendió] Ríanse porque ciertas noches se tienen
que erigir para darle credibilidad a la ficción [Que
te lloren los que hicieron una biblia de pobre leída
sólo por ricos para decorarse de temblores y ciudades
ardiendo que desaparecían al amanecer de la noche
latinoamericana] Ríanse de mí por la mano
que tengo metida en el siglo apretándome la garganta
y me hace hablar mejor porque sé que son palabras de
un muerto [Que te lloren por todas esas páginas
destinadas a horas de plegarias donde el único santo y
mártir fue un autor que dejó su alma al aire para que
nadie lo encontrara] Ríanse de mí y del simulacro del
equilibrista porque en algún momento las letras con
que subí a esta cuerda floja caerán al vacío sin ningún
país o región donde puedan rebotar Ríanse entonces
porque antes de que hubiese cielos mares árboles y
tierra que pisar sólo había una escritura solitaria en un
papel arrugado con el que hicieron tu forma y la del
escritor que nunca supo treparse a la escalera para
levantar la noche que llegaría a la mitad del día
Gilgamesh le habla a Enkidú
sobre sus recuerdos
No sé por qué las letras huelen a cenizas No sé
si sea ése mi olor o el de todas las bibliotecas
que ardieron para que yo no recordara mi infancia
y llorara un hombre en páginas De qué sirve
hacerse árbol si dentro de mí hay una fogata
y entre mis manos hojas secas
De qué sirve la tierra y que otros tengan
mis cicatrices instaladas en sus ojos
si llevan pintados sus rostros
con esta sangre blanca sin pudor
Me aterroriza que el tiempo
haya sido robado para ocultarlo en otro bosque
de árboles de piedras porque en su búsqueda
encontraré caminos llenos de vísceras de los libros
que alguna vez robaron mis palabras
Enkidú le habla de sus sueños
a Gilgamesh
Yo había descubierto el bosque de Amoxcalli
un peldaño más arriba de la cama del cielo
arrastrando la madrugada de los ojos
y con un continente en mi espalda
En el camino los salones estaban
repletos de damas de alcurnia
pero yo no buscaba diversión entre las aves de rapiña
Fue más verme como el aire que como escritorio
donde se acostara el corazón y la venganza
lo que me llevó a darle de comer a la sepultura
Estaba en busca del tiempo esa fragata perdida
en tierra después de esa lluvia bíblica
del Saqueo Universal Yo sabía el verdadero nombre
de mi angustia Yo estaba detrás de Humbaba
Gilgamesh confunde a Denis Diderot
con Ziusudra
Señor adentro metimos el universo y un almohadazo
de cigarrillos hombrecitos de porcelana listos para
la guerra la guillotina forrada de seda y terciopelo y
ver
[caminar] a cada forajido con una pluma en la
mano nos alentó a llenarnos la boca con sus páginas
Eran disparos de tambores los que anunciaron que
éramos una dinastía de barro a punto de desaparecer
mientras escuchamos caer
[como si fuera] hecho
furia a un ejército venido de las nubes De nada
sirvieron los cañonazos manuzios ni habernos volado
al concilio de Trento
[el primer] suicida
[habitante de mi cuerpo] saltó desde lo alto
Quería ver cómo levantábamos una enciclopedia
como escalera y llevábamos los rumores al cielo
Kevork Topalian
30 Apr 2013 4:36 AM (12 years ago)

Kevork Topalian (Caracas 1969) es
egresado de la Escuela de Letras de la UCV, ha publicado Lámpara de
oscuridad, XVII edición del Premio Fernando Paz Castillo de Poesía,
Celarg, 2008. Selecciones de este libro han sido incluidas en la edición de En-obra.
Antología de la poesía venezolana (1983-2008) de
Editorial Equinoccio, Caracas 2008, y en la Antología
de poesía joven venezolana (LIU printing press, Beirut, 2009. Bilingüe). Ha
publicado en la revista “Poesía” de la universidad de Carabobo (Nº 153,
enero-junio 2011), entre otros impresos periódicos.
Nombra
a:
Igor Barreto
Verónica Cento
Antonio Robles
Rafael Castillo Zapata
Alfredo Herrera
Celuloide
Acaecido, justo después del sacro aguacero
–helada lluvia de todo aquello que no pudo ser–,
veo pasar la silueta de un hombre por mi lado,
doblar la siguiente esquina y perderse calle abajo.
Y de golpe me doy cuenta de mi propia nada.
La misma de aquel hombre fugaz, que pasaba
como el recuerdo de cierto actor, a quien de joven
hace demasiado tiempo en un cine demolido vi;
disperso negativo, secuencia, aleatorio segmento
cinematográfico a contraluz, celuloide
en su infinito rotar y proyectar la imagen.
**
Llueve
Densidad de nube,
por un extremo, el más condensado
sobre la montaña y hacia el valle
desde tu corazón,
se precipitó en mi pecho.
Llueve
sobre el reino animal.
Verde festivo,
trochas anegadas,
árboles que dibujan
las formas del viento,
abstractos
genios pintores,
artistas en éxtasis.
Contempla desde su cueva
el instinto
del león,
húmedo el rostro,
húmedo filósofo,
¡uno con el enigma!
La saeta
del águila
hiende el aire como un juez;
no admite divagaciones.
Nada en el agua, el pez
–observa.
Asistes
al fundamento del instinto;
el arraigo,
objeto perdido,
raíz que se hunde
serenamente,
en paz.
**
[Fragmento]
Irrumpe un llanto, se agudiza,
deviene con ronco lamento,
dueño en la noche hasta el aullido
–entre risas– hasta el infierno,
la metamorfosis del hombre
en manso animal –ojo ciego
y de felpa la boca nunca
deja de mentir, en su razón
la tierra, como saco mudo.
En la normalidad del día
se asfixia al punto del azufre
–entre risas–, hasta el infierno.
**
Juegas
Abre ya, anda, camina por esa puerta:
hallarás tallado en este cuerpo
hecho de madera dura un corazón.
Lágrimas maltrechas han marcado
oscuros surcos, dejado huellas,
y en un vívido poniente de siluetas
–pues campo de mitos son sus prados–
bajo mil personificaciones
con la corte de mis sentimientos juegas.
**
El mar
El mar alude a todo aquello
que de él se dijera alguna vez.
Con su burlón vaivén de espuma
en una cálida playa lo canta
(del mar decirse puede cualquier cosa).
Sabe lo peor trocar por perlas
que, seductoras, atraen coros
y vivos juegos de sirenas
y a chismosos para hacerlos naufragar
(¡qué le importa lo que la gente diga!).
Néstor Mendoza
26 Apr 2013 4:34 AM (12 years ago)

Néstor Mendoza (Maracay, Venezuela,
1985). Es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura por la
Universidad de Carabobo. En el 2011, obtuvo el IV Premio Nacional
Universitario de Literatura con el libro Andamios, publicado
posteriormente por la Editorial Equinoccio (2012). Cursó estudios en Literatura
Latinoamericana (Upel-Maracay). Forma parte del comité de redacción de la
revista Poesía (UC) y de la comisión
de cultura de la Feria Internacional del Libro de la UC (FILUC). Sus
poemas han aparecido en las publicaciones electrónicas Sol Negro (Perú), Los Poetas
del 5 (Chile) y Las Malas Juntas
(Venezuela); en el suplemento cultural “Literales”, del diario Tal Cual; y en las revistas Poesía (UC) y Alhucema
(Granada, España).
Nombra a:
Reynaldo Pérez Só
Víctor Manuel Pinto
Vielsi Arias Peraza
Kevork Topalian
Adalber Salas
Textos de Andamios
PRIMITIVO
Habito
una cueva que abre la boca
todos
los días para albergar mi carne.
Afuera,
existe un hogar más espacioso,
poblado
de criaturas con dientes
y
cuellos interminables,
escasos
árboles y mucha sed.
Todos
ellos me hacen sentir
un
pedazo excesivo del paisaje.
En
ocasiones, mis ideas van más allá
de
la sobrevivencia y el instinto.
Más
allá del acostumbrado acto
de
cazar, degollar y deshuesar,
de
recoger agua en esta olla
que inventé hace cuatro soles.
Mi
hogar es infinito y debe haber
alguien
que haya inventado
el
tamaño de las piedras
y
el color de los animales.
Sólo
me limitaré a reconocer
un
dios para cada cosa que vea.
A
temerle a la noche.
A
nombrar cada descubrimiento.
PESCADO
Detrás
de la cabeza y los ojos
aún
queda un poco de carne.
Si
tuvieras tiempo suficiente
entre
cada bocado
harías
un conteo de las espinas,
de
las escamas que olvidaste desencajar.
Debes
comer, no dejar sobras.
Imagina
que el pez nadó hasta tu plato
olvidando
su hogar debajo de las olas.
Imagina
que se deshizo del sol,
de
las algas,
que
ya no va a desovar.
Alimenta
tu carne con nueva carne.
El
pescado está frito.
No
temas.
Si
no sangra no hay pecado.
ANDAMIOS
Los andamios
elevan y sujetan.
Tu vida
depende de su eficacia,
de que conserven
la solidez
del
equilibrio de los cables.
Te entregas
al oficio de sostener
el cuerpo de
quien trabaja en la altura.
Advierto tu
silueta que se muestra
en el andamio.
Y la mano
que se ajusta a la vida
y depende
sólo de las tablas firmes
que impiden
la caída.
Eres el
equilibrista;
quien limpia
las ventanas, quien pinta,
quien coloca
los ladrillos.
Crees ser el dueño de la elevación
y de la
brisa de las palomas.
Dios es pura
altura, dices, y dejas de temerle.
FRAGILIDAD
En
momentos de ocio
tocas
tu espalda. Es tan débil
la
columna, esa culebra vertical
que
permanece quieta
siempre,
anudando tu cabeza
a
la pelvis.
A
veces sueñas que alguien
te
da un golpe allí,
un
golpe seco y preciso,
y mueres
sin
darte cuenta.
A
veces una mujer la recorre
con
sus dedos
y
simula que camina
a
través de ellos.
Revisas
las uñas, te sorprende
la
media luna que brota desde la raíz;
las
venas que trasladan sangre
sin
descanso.
Qué
fácil se le hace al cuerpo
trabajar
en silencio, sostener
todos
los órganos.
El
cuerpo está hecho
para
no durar,
para
tocar y ser tocado.
DESCOMPOSICIÓN
La
guayaba se pudre
de
adentro
hacia
afuera.
No
quiere desprenderse
de
las ramas aunque
su
cuerpo sienta
que
la tierra hala
su
jugo,
que
llama
los
gusanos y la pulpa.
(Si
alguien mordiera
la
guayaba
no
sabría diferenciar
la
suavidad de ninguno.)
Su
oficio es estar allí,
alta
y confiada,
dejarse
perforar por algún pico,
ablandarse
antes de caer.
EL PUENTE
En ambos
extremos del puente
los remaches
petrificados
inmovilizan
las cuerdas.
Los
paseantes no pierden el tiempo
en detallar
los cambios que los años
han marcado
en la estructura.
Es el mismo
puente: no es necesario mayor
esfuerzo
para nombrarlo de nuevo.
Fundado hace
cincuenta años,
por personas
que probablemente ya han muerto,
mantiene la
utilidad de siempre:
debajo, el
mismo río sin filosofía,
niños que
juegan a ahogarse,
dos
muchachos que se tocan escondidos
en la leve
corriente para disimular el roce.
Los
paseantes van de punta a punta con la
naturalidad
acostumbrada.
No hay un
asombro que les indique
una nueva
interpretación.
José Delpino
25 Apr 2013 10:05 AM (12 years ago)

José
Delpino (Maracaibo, 1981) vive en Caracas
desde 1997 y se dedica a la poesía y al ensayo. Es melómano y entre sus
intereses más acendrados están la poesía, el cine, la tecnología, la
literatura, la divulgación del conocimiento, el teatro y la teoría crítica y
cultural. Su primer libro, Fanes,
ganó el III Premio Nacional Universitario de Literatura (2009) y fue
publicado por Equinoccio en 2010. Sus textos han aparecido en diversas revistas
como Quimera, Letralia, Las Malas
Juntas, El Cautivo, Poesía, Arepa y El Salmón. Actualmente es investigador y profesor de
literatura en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) y trabaja en un segundo
libro, también de poesía, que se titula Cercados Rotos (2014-2015). Con cierta frecuencia, publica ensayos, poemas y traducciones
en su blog, Autopista Inmóvil.
Nombra a:
Alejandro Castro
Adalber Salas
Santiago Acosta
Francisco Catalano
Jairo Rojas Rojas
poemas de Cercados-Rotos, 2014-2015
Tecleo / Movimiento detenido
El gesto
indeciso del portero, mientras afuera hacen hilera hombres en abrigo, mujeres
en abrigo, manchados de cal, promiscuamente ordenados por sus rostros,
esperando la llegada de sacos de alimento que resuelvan un largo invierno del
polvo en las entrañas. Gris de utilería. Ciudad de teatro. Caracas/Madrid y
regreso. Teatro de la puerta estrecha. Final de Partida. Opera de los dos centavos.
Jardín de los Cerezos. Dramo. Café de los tulipanes en Chacao. Falsa Europa y
una fila de hombres frente al teatro de los estómagos, y las puntas de los
dedos secos por la guerra de los días. Abrigos gruesos, llenos a reventar de
repuestos para teclas, que al llegar se deshacen en esta habitación de cancelas
de aluminio y santamarías a medio abrir, indecisamente abiertas a la calle.
Todo el gris entra, plomo de teclas, y es la inminencia de un himno mudo, por
la ciudad y los estómagos, por el papel (pulpa o píxel, atento a los dedos) y
su infinito resplandor de nada.
Por el borde del
balcón, el sonido de una Olivetti aceitada que nada por el viento. El desvelo
del adolecente en insensatos ejercicios de mecanografía oficinesca, Educación
para el Trabajo, o en melancólicos e interminables trabajos escolares sobre
geografía o Educación Física. Es torpe el sonido de la Olivetti. Y muere apenas
unos pocos metros después de esta ventana de celosías estrechas, clausuradas al
monóxido de los garajes y playas de parqueo.
El aire está
convertido en pegoste brilloso sobre las cancelas del tórax. Consumo mi dieta
frugal, parado sobre el aire, o echando raíces sobre el tiempo que me excede.
Hay una puerta abierta en mi ojo que conjuro con la mecanicidad tipográfica de
obsesivas combinaciones, exhaustas. Un niño espiando desde el marco de una
puerta pasada la declara o la revienta. Desde alguna habitación de clausura y
descubrimiento temeroso, mis dedos tocan en las teclas puntiagudas, violencias
hacia dentro en la memoria; que se raja como una cabra en sacrificio sobre un
suelo caliente y árido, o sobre un tarantín de palos en algún camino de
Jadacaquiva por el centro pleno de una península polvorienta. Una caravana de
motores calientes atraviesa el polvo de Paraguaná de Lara en la memoria.
Automóviles
detenidos hablan su termodinámica en coma por la autopista: pulpo, araña,
escorpión, sumidero, guaire, llave de paso Capital. (El techo carnoso de un
pulido carro que acelera en la pantalla y al segundo se detiene, imposible).
Bord(e)ada de cauchos va siempre mi estadía en los suburbios. En la esquina,
grasa de luna de un cuerpo partido de perro: olor que no se olvida. Se escuchan
tacones descabezando un zippo por las escaleras. Una mano asegura la gaceta
hípica en el bolsillo rápido por las escaleras hacia el vagón. Y dos hombres se
cruzan en las escaleras, chocan los hombros con su rabia sin ni siquiera
mirarse ni hablar, abstraídos en una meta imprecisa, convertida en glúteos que
proliferan. La falda roja. Un buen culo bien puesto en un bluyín. Agua mineral,
pornografía de quiosco, bolsa de papel estrujada, cuellos preparados, aguakina.
El olor morboso del cuarto de un tío alcohólico. Las alfombras rojas, que
enloquecen minuto a minuto los ojos que nos las miran. La ceguera adaptativa de
los olores, trazando topografías incomprensibles en la miseria del mapa. Dedos
sucios hundiéndose en cera, hundiéndose en helado, en grasa para cocinar jabón.
Vengo siempre de lejos. Escribo las maquetas de un río en cuyas horas
(¿orillas?) no descanso. Publico y leo maquetas de un río.
Escribo palabras
en una república de aire fundada de peste. La palabra —manos sobre hombros
desnudos. La palabra —manos sobre telas imprecisas. La palabra —lenguas sobre
pared fría. Me levanto y camino: Agua alzada: Cocadas en trapecio: Escamas de
pescado cayendo en plena vía: Jugo de naranja en hilillos secándose bajo el sol
de la calle. Todo junto y, abajo, el brillo del carite sobre asfalto. Lhasa de
Sela que suena en el repro de la cocina, mientras repollos morados sueltan sus
jugos en el sartén. El aire festivo, el aire estancado de domingo en domingo,
el calor de agosto y el permanente estruendo motor de la Urbina, extático tras
una corta barrera de árboles y brocal levantado.
Desayunos de
madrugada. Fanáticos tecleos. Ciudadanía de teclas ejercida sin pausa. Ejército
de cuerpos desnudos a las puertas del hambre, a las puertas estrechas de la
ciudadanía de ropas cortas, rotas. La necesidad. Pensamientos lerdos de
madrugada: hierve en una olla la palabra huevo. Hace burbujas de agua
casi seca sobre la pequeña olla. Cae la palabra huevo en el sedimento
calcinado, blanco sobre el aluminio, como un sudor de agua ida, láminas de
hambre alineadas pulcramente. Huevos cocidos para el desayuno, y pan. Horas del
desayuno: personas que trotan de madrugada en mis c(s)ienes: una palabra doble
que se convierte de repente en secuencia interminable, serial. El vestuario en
punto sobre la cama desordenada. La higiene: el mensaje de los músculos en
partida. El loro que repite desde su ventana piropos aprendidos de lejos en el
taller mecánico de la avenida Victoria. La palabra agua. La palabra cal. La palabra suelo.
La palabra masa corporal. La palabra carrito, camionetica, cafecito. El ritual de lo que despierta
y siempre es lerdo, insistente, necesario. Un poema de Vallejo recitado a media
voz sobre la cama, inaudible tras los muros. Muelen los huesos de un perro en
el callejón. Mueve la cola un perro. Aparecen los remos de la cruz sobre la
pared blanca. Los golpes de Dios son mi par de ojos bizcos plantados sobre la
hiperabundancia del tarantín urbano. Puntual, a pie siempre, desde la Urbina
hasta Petare, entre las venas congeladas de la tranca con mi suela. Puntual.
Con prisa. En el gentío.
En mi suela, un
microcirujano mutila lacrimales inútiles. La comarca de las anulaciones está
servida; como ración; sobre el polietileno. 230 puertas abiertas se combinan en
el tiempo para el desperezamiento. El pasillo desteñido de rombos. Papel tapiz
de niños montañeses del Tirol. Papel tapiz de cascadas en la sala de espera de
la odontóloga de la cuadra. Papel tapiz que arranco entre dientes de sueño. Doy
saltos en el tiempo que se raja como el avión entre las nubes raja la presencia
de lo celeste y de lo inmenso. Doy saltos de turbina y aspa de abanico, perdón,
de ventilador. La enfermedad buscada de la memoria. Alguien de cortos años tras
la puerta se masturba con hielo, y tras la pantalla, en los píxeles, un mar de
polvo nieva hacia las sábanas. Lo llaman espera. Lo llaman ociosidad. Lo llaman
lascivia prematura. Quizá sea la mendicidad violenta que siempre ejercemos
sobre nuestros cuerpos. Un ser alegórico que se da la mano todos los días con
su amigo, el morbo intangible. Viene la costra invisible por el cerebro de las
calles atravesadas de mentes. Unos viejos juegan ajedrez en Sabana Grande. Alguna
gente busca municiones que se le terminaron.
Tecleo, mientras
nos aglomeramos en hervideros estáticos, violentos, ociosos, inmóviles. Tecleo
un poco más. Soy ciudadano de teclas, y me escondo de la calle a ratos, pero no
puedo. Fundo plomo / de abrigos / de inviernos ausentes / de hombres en fila / de
teatros estrechos / en áticos de vida. El minutero está rojo-inerte en la
resonante dimensión telúrica del cuerpo dormido mientras yo estoy despierto. Siempre
hay un cuerpo dormido, o roto y despierto, en esta palabra que escribe y que
despierta al filo de la frase con ganas de ayuno. Suena la palabra alba.
Suena fuerte; como un silbido, como un pedo, como el arranque reparado por el
abuelo Miguel o la libación de la gasolina de su boca al carburador abierto /
quemadera celeste, como un mechero negro abierto al cielo. Suena la palabra alba como un pedo. Me despierta y voy
por el desayuno. Decapito entonces la noche, con las noticias del día, y luego de gastar mis
teclas una vez más, me visto, como que jode, preparo mis ojos bizcos, envidia
de lo omnipresente, y salgo a la calle.
Espejo y territorio
Uno mira con ojos de espejo. Uno espera el signo
que abra la puerta de un rostro. El cuerpo incesante siempre es aguijón para la
mente. Tanatorio del presente, que descoloca y desdibuja.
Sucesivos divinos narcisos en su ira pausada de
ser. Sus historias se esfuman de golpe y vuelven en algún punto. Son ríos de
azogue que acarician las piedras. Terciopelos de tiza que desmoronan en su
avance. Dedos en el propio rostro. Sangre de luz blanca.
Uno mira. Forma que nadie escucha del todo, más
allá de los límites del propio cuerpo. Como un mar cuyo sonido ínfimo nunca
llegara a la otra orilla, y quedara rezagado tras las olas. El ritual incesante
es un río propiedad de los narcisos, que discurren tras los gestos, buscando.
Real cordero extendido en presencias.
No hay rostro para la certeza en los gestos de su
cauce. Su deseo impronto. Paso y contrapaso es la certeza. Y qué real es a
veces el cordero: un lance de signos se apodera en territorio, y el sonido
rezagado de las olas es presente empedernido; marca inaudible en la arena,
tangible ausencia, espejo.
Qué real es a veces el cordero: la bestia blanca
que se extiende por los lechos suaves de la piedra. El pedernal magnético que
besa la carne. Y los propios ojo degollados en su alcance hacia el azogue. No
puede saberse si aquello que se escucha son los ecos de las olas, o las olas.
La certeza no es negocio de narciso ni de eros: con qué seguro paso va lo real
por el abismo.
El tiempo, imposible, hecho superficie en algún
punto del Cuando. La fiebre de unos ojos que se cierran; que en el tacto son a
sus anchas. Ojos cerrados y pausa de animales en exilio. Ojos en el tacto.
Degollados. Al espejo.
La certeza no es negocio de narciso ni de eros. Divinos
narcisos secuenciados me convocan. Fotogramas del rostro interminable. No es
que se absuelva en definitiva el sonido rezagado de las olas. Lo real es
siempre aquí, ¿en el territorio de estas líneas?, escritura tiroteada sobre el
cielo. Aves de papel. Escrituras casi estoicas, de sangre, que persisten en su
avance. Las aves migran sordas hoy, en estos tiempos; pero llegan, vendadas y
heridas llegan, al ritual anodadante del tiempo y del nosotros.
A veces, el río de Narciso degüella su cansancio.
La luz de los espejos se diluye entonces entre las venas. Piedra roja que se
lleva entre las manos al sólido ritual de los tactos. Y se vive en el envés,
entonces. Con la propiedad de una sonrisa nada ajada, se entra.
(A
Oriette D’Angelo)
Oídos sucios
Pantalla plana
cae un programa
apocalíptico del canal de la Historia
y hay sangre seca en los costados de la blanca nevera de la General Electric
la saliva de los ángeles
que punza la tierra con su pico de evangelio
por tres noches con sus días,
el evangelio en VHS directo desde Tokio
teorema de ángel y de muerte, la androginia se deshace entre mi
boca, ácida,
como un caramelo certs
que durara algunas horas
Freddie Mercury, en Stone Cold Crazy,
por youtube,
mafia de encaje brillante
bisutería violenta y trash metal incipiente en cuerpo de marica
sonrisa de piraña disecada, pistola de agua y confeti de guillette,
diciendo el tema
del encierro y la locura
del encierro que nos hace a todos delincuentes
diletantes fantasiosos
estetas de la llave y de la reja
transparencia refractaria,
ya duras mis pupilas
el tubo de ver incrustado por la nuca
el pez disecado colgado en las baldosas
la sonrisa de pez seco, la sonrisa de don gato
el basurero de lata
el musical callejón alimenticio
el edificio en los suburbios de algún policial cualquiera
las cosas que nunca se alcanzan
el jamón navideño y la caridad de los asombros, por ejemplo,
la agenda telefónica verde, donde el desorden del bolígrafo
es pura pesadilla de madre
veo Taxi driver
en la laptop
con la cama por el suelo
vendo mi mano con vendas blancas y sin lesión alguna, me preparo
me saco la cédula en la esquina
en los Chaguaramos, entre las palmeras de montaña,
que cada 15 días manotean transeúntes con sus hojas gigantes y muertas
me cédulo en el Túnel de
la Trinidad
en las 3G
en las fronteras universitarias de Fuerte Tiuna
tengo fiebre después de la lluvia y hago muecas en el espejo del baño
roncando de guapo vengo virao de ficticio
rezo
patuco el bravo, Al Pacino y Taxi Driver
repartiendo galletazos detrás de la multilock, con las rodillas gastadas
charrasqueao, cachondeao, compro una navaja
plastifico las portadas falsas de mis discos de Harlow y Willie Colón
pongo un temazo en la sala, de El malo
pampero tranquilo escuchando salsa
veo a la madre que llama
al útero de píxeles
al tópico de los píxeles
que se desgaja de lenguas, ambulancias y festines
en el lugar donde oigo hoy
las quebradas de mi valle avanzar su peste fresca
y estas ranas de mi charco continuo,
que hacen mis noches llevaderas
las noches de los domingos bajo el calor acumulado
en el techo de concreto prefabricado de mi padre
en El Valle
mondo mis dientes con parsimonia y con palillo
como el abuelo
obrero marítimo de la Creole Petrolium Corporation,
viendo El Zorro
Walt Disney re-fundando el pasado hispánico de California a mitad del siglo
XX
veo al padre que llama en la orilla angosta
el tema del encierro y locura
los edificios demolidos
los perros de la lluvia que pierden el rastro
las magnética quimera de suburbios y pedradas
las maquetas de poema / o la maquetas de calle / de río / de ciudad
Cae un programa
apocalíptico del canal de la Historia
un padre huye con sus niños, Cherokee 2017, hacia los campos de centeno,
el asfalto apretado de saqueos
la noche empañada y los pueblos nuevos en la nada de Kentucky
patrullas vecinales y escopetas
la estoica épica del mundo desnudo de ciudades
la procesión de los automóviles abandonados
con la palabra muda en la punta de la puerta abierta
¿cómo Bombay llega
a mi recuerdo?:
negra serpiente del fango
lejana “mujer” dormida
(versos
cocinados al ferviente cliché de un programa de NatGeo)
qué tristes
fantasmas traes, Bombay,
instalada en tu lenta geografía de peste
perturbas,
agitas el polvo sobre el jarrón de rosas, lleno de arena,
en un poema de T.S. Eliot leído sobre la cama
“las pisadas golpean ecos
bajan por el pasillo que no tomamos
y van hacia la puerta que nunca abrimos
hacia el jardín de rosas. Así, mis palabras golpean ecos,
en tu mente”
abres un pasillo en la mirada
abres un vientre que vomita tiempo,
qué tristes
fantasmas traes, Bombay,
instalada en tu lenta geografía de peste
qué tristes paradojas imperiales me vendes:
ahora sobre mi cama:
aquellas mujeres en baile alrededor de la fogata
aquellos maridos que murieron en la India
que enloquecieron con tu fango, Bombay,
con tu pantano inmenso
aquellos padres ingleses
que habitan ahora sobre las praderas de camillas
aquellos huesos
aquellos despojos haciendo bulto
a veces tengo pesadillas
austeras y pastosas
entre los girasoles gigantes, la lluvia y el bosque de cerezos
el juicio de la tala
Kurosawa en VTV
la democracia petrolera que me acuna y me vomita
la marea alcalina del mediodía de los años ochenta en Maracaibo
una procesión de lobos disfrazados
el exilio del niño tras la garras azules
de la lluvia
y las piedra en la frente del hijo de Sundin
La Floresta, Maracaibo
el agua cenital
la cloaca derramada insistente por un par de años
la carcoma de los valles del asfalto
en la espalada sin agua de un puertos árido
el confort y la música para volarse la cabeza
el intercambio de los discos y los casettes, para comer con los oídos
el recuerdo árido del interior
donde no se combate al Capital sino a la espera
el mantra de nuestros aires acondicionados
y el gentío enchufado a cables coaxiales y antenas directas
disparo colectivo sobre cansadas sienes
en la impaciente construcción, de la cápsula de los días
del confort
del paredón de los píxeles
oye
más allá de las ventanas
más allá de las celosías
de las pantallas mudas
(algún poema de Baudelaire cuyo título no recuerdo
quizá pueda ayudar en tal tarea)
oye
más allá de las ventanas
escondidas tras el muro
como en un poema reventado perro muerto sobre la calle de al lado
oye
las bandadas de palomas
viviendo en el culo de los aires acondicionados
cagándose en la altura
y por supuesto
sobre nuestros trajes de graduados,
he aquí que el viento
parte sus mil espinazos
contra el lomo del cemento inabarcable
y mis sueños se repiten sin gastarse
y he aquí que la pezuña de la jauría se lima y se pone monda
y los perro callejeros
duermen fervientes en los pasillos sin gente
donde libros en cajas azules aguardan
un corsa va full por la
autopista
bien apretados, vamos,
y mientras tanto la Mertens baila sola,
dos rones y maní / planta de suela caliente
hombres de collares o de fluxes
mujeres expectantes de los pies
paraísos de dulzura
la vida tira un hueso
la vida vianda un hueso
tiburón de buena suerte, se desgastan las rodillas
el afinque intacto en la memoria
las astillas del regreso
el flamboyán rojo entre racimos de glocks y caserinas
rojo flamboyán y avemaría
santísimo urinario flamboyán
bidet masturbatorio en las colinas
Avenida Lecuna Cicatriz
Solano Casanova de Cuello Blanco en Alto
hacemos oraciones a puerta
cierta
a puerta cerrada
a lámpara encallada en centro
a pantalla en mute
por si todo por si acaso por si nunca
a Rita Indiana embadurnada en plastilina
tomando su cumbia café
cantando al regreso a las patrias desde el norte
y hoy
las palabras vienen hacia mí
se detienen
como la mandíbula del abuelo al boxeo de las 10
o los misiles lumínicos de mi infancia bautizando Babilonia
(Walter, ¿dónde está tu ojo? Walter, ¿dónde está tu ojo?, te pregunto)
hoy las palabras vienen
hacia mí
aviones de papel
para la guerra
Prismacolor Origami War-Painting
cuaderno caribe de recortes de periódico
infografías bélicas
de Panorama
pantalla catódica que eres mi órgano inaplazable de
memoria pérdida
palabras luminosas
para alguien que no duerme
y oídos encerados
amurallados de música
de adolescencia sonora y blindada
“paseo por el
carril de una carcajada nunca última”
porque no era tan tarde,
allá, cuando nacimos
hago sumas de ceros con
dientes afilados
Lavapiés y Reina Sofía, Guernica cliché y Jazz en huertas,
Cosa latina para suecas,
helicópteros recurrentes por el cielo,
Jim Jarmushc en la Laptop para la paranoia inteligente
sedentaria
y los aviones a reacción dibujando humo
hoy hago sumas de ceros
con los dientes afilados
en El Valle, al sur de Caracas
con los dientes buenos, todavía,
y resto los segundos de la noche
prendido a la botella vacía
que siempre tuvo gusto a nada
a la birra
a la sevillana dorada
que fue descontinuada en un segundo
al tercio para salir del cuarto
agua madre de avalanchas
a la botella vacía ya de un Muga encaleta de maleta
de nuevo el tema
el tema del encierro y la locura
contaminado del exceso
de la ruina del todo
de lo que prolifera en esta cáscara extensa que recibe las letras
la palabra luminosa como un estallido en la noche
la palabra luminosa que hace sumas de todo lo que no
llega sobre el teclado
para saber a donde sopan el viento
sobre los muros interminables de Caracas
afilo canciones en la
memoria con tacto relojero
y encajo el tiempo sobre el tiempo
cuando no es posible encajar nada
nada más la pupila encaja sobre sí misma
y no cesa
cae un programa
apocalíptico desde canal de la Historia,
y la llama fría de este hogar
ilumina mi dicha de arroz chino
de cerveza y meditado ocio
de mirar al techo con el televisor en mute
el río de los píxeles que se alarga en mi inconsciente
grabado a fuego frío
a eco de retina
grabando la Historia
su negrura diversa
de bajo robado
de música indigente
para pesebres
para muebles bajo lluvia
música para canchas
para partidas de boxeo a las orillas de la carretera Panamericana
cae un programa
apocalíptico del canal de la Historia
y la Historia distorsiona por los bulbos circuitados
cabeza de medusa que nos dicta el recuerdo
espejo negro
que estira el rostro
nuestro rostro en la secuencia
fragmentaria
de un solo punto afilado que se transmite por los cables
recemos
entonces
una vez más al apagar la pantalla
al colgar los audífonos
al apagar el repro
el toca discos digital
frente al último destellos de la luz
justo antes del stand by
que se quemará toda la noche
sin pausa,
en la nuca y en la espalda
(a Andés Levell)
José Manuel López
19 Apr 2013 5:02 AM (12 years ago)

JOSÉ MANUEL LÓPEZ (Caracas, 1990)
Escritor
y músico tesista de la licenciatura en Letras mención Historia del Arte (ULA),
estudiante de Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana
y de la escuela de Música (ULA). Participó en el taller de poesía dictado por
Luis Moreno Villamediana, talleres de creación literaria (DAES- ULA, 2008), fue
miembro del grupo experimental de Poesía y Música (Reflejos, 2007-2009). Premio
de Poesía “Gelindo Casasola”, en el marco de las jornadas de creación literaria
de la escuela de letras (ULA-2010) Ha publicado los artículos “El amor musical
existe no hay que hacerlo”, crónica a Sentimiento Muerto (2007), “Cayayo: el
responsable de las sonoridades emergentes en Venezuela (2008) ambos en el
periódico Arcabuco. El texto: Una Balacera no abolirá el azar: novela policial
-colectiva- (2010) por el Perro y la Rana. Algunos de sus poemas han sido publicados en antologías
locales e internacionales como la del 5to
Festival Mundial de Poesía (Mérida, 2008), periódicos nacionales como el Diario
Primicia (Ciudad Guayana, 2011). Letra Viva (Coro, 2012) y la revista El Club
de la Serpiente (Departamento de Literatura, ULA 2012).
Nombra a:
Daniel Arella
Eliza Rincón
Bolivia Cuevas
Miguel Florián
Luis Moreno Villamediana
Orquesta
de pájaros
ladren a lengua muerta.
Beban
Saliva de encuentro,
Nazcan
en agua
silencio es melodía que sangra.
Cuerpo se parte en recuerdo trozo a trozo
sin líquido,
Grillos
luz de pantano
mañana
canta árbol contra réquiem de espuma
canta
museo de formol.
Abrir
piernas
serpiente azul
punto por punto,
hasta que la lluvia sea néctar volcánico
hasta que el sudor promulgue cataclismo lunar.
Devolver
rostro saliva de árbol
cantar al bisonte sin gubia.
Vela flujo
de latidos
fuego
envejece
Como fractura
Rasgar
agua
heroína que no vuelve a
entonar sinfonía de coito.
Garfio
estaca
destiempo,
uñas
sangran entrañas sobre libélula de cadenas.
Abrir
piernas de serpiente
Rojoazulada
punto por punto
hasta que la lluvia
sea néctar volcánico.
El Sol
promulgue
Cataclismo lunar.
La piel
viaje con otros riñones
y
signo arranque tempestades.
Rasgar
Hígado, estómago, páncreas,
Grito
memoria que danza
Vereda de trueno suena
gota
a
gota.
Cantos de pájaro
Entona
Llama amanecida.
Voz que traga
lámpara
Cae bailando
en duendes.
¿Dónde estás luz erizada?
Horizonte
de fuego húmedo,
una ceja
nos eriza mitad concha sin pupila.
Marfil
Chupa la res escupe hueso,
Permitir
correr suero
metalizado
haciendo
relieve
en tornillos
arañando
pedazos de carne invertebrada color niebla.
Incrustar
Un aullido
flagelado
de vigilia .
Decapitar
Otro cristal que
rosa gotas
Muerde ventiscales.
Extirpar
Zancudos que
nos celebran.

Foto del poeta cortesía de: Guerrier.
Francisco Catalano @catalanofran
Caracas, 1986. Lic. en Comunicación
Social y tesista de la licenciatura en Letras, donde investiga la Poesía Vertical de Roberto Juarroz;
ambas en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas (UCAB). Ha publicado
en Caracas de manera independiente el Libro
0 y Libro 1, la primera entrega
de su obra poética que consta de un solo volumen de poesía, titulado: l (Caracas: 2010). Sus poemas se encuentran en las antologías: 4M3R1C4 2.0: Novísima Poesía Latinoamericana de Héctor Hernández
Montesinos a ser publicada el presente año (Universidad de Nuevo León/ Bonobos,
México, 2013); Voces Nuevas 2005-2006
(CELARG, 2007); y La Imagen, el Verbo (UCAB, 2006). Además ha sido reseñado y publicado en
distintos periódicos y revistas, digitales e impresos, como Tal Cual, Las Malas Juntas y Círculo de Poesía. Ha participado y
organizado distintos recitales en Caracas desde el año 2005 y fue parte de los
talleres literarios del poeta Armando Rojas Guardia, el Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) y la UCAB de Caracas. Twiter: @catalanofran
Nombra a:
Armando
Rojas Guardia
Adalber
Salas Hernández
Chris
Cabrera
José
Delpino
Gina
Saraceni
l
La
poesía se juega en lo Innombrable
La
mínima grafía posible era el mayor acto de Justicia para intentar nombrar la
real naturaleza ilimitada de la poesía que, en el fondo, es la del hombre
mismo. Por esto, el significante más exacto, más real, era el Silencio: desde
su nombre hasta su materia, pues el de
la escucha lleva al otro: al de lo
Todo.
Pero
escribir el Silencio –o cualquier otra cosa– en estado puro, es un imposible y
un contrasentido, pues ¿qué artificio nos brindará pureza? Es por esto que
incluso este título es un fracaso o al menos un vulgar oxímoron, como lo son
todas las palabras del idioma.
“I” no es ni
número ni letra, tampoco una imagen, mucho menos una palabra. Aunque
significante, es apenas un atisbo, un balbuceo, un casi algo, si acaso. Es toda el habla volviendo al momento
primigenio cuando el silencio original se inmoló en signos: es un grito
vertical cercado de vacío, la primera figura, una paradoja, el prólogo inverso
a lo innombrable: el límite mismo hacia lo ilimitado.
Un
espacio vacío, un libro sin título,
hubiese sido un error. Si el texto no tuviese título habría ausencia y no
silencio, vacuidad y no vacío. Porque el silencio y el vacío dejan huellas; la
ausencia y la vacuidad no dejan nada.
Lo más justo era un Libro Innombrable
[…]
Ser
poeta es una religión; o al menos es la mía.
Y toda
religión tiene un Dios.
Y todo
Dios es Innombrable.
[Extracto del texto que cierra
la primera entrega de l (2010)]
[Del Libro 0, publicado en l (2010)]
2.
Como voces anónimas del mundo
las luces de Caracas
forman un camino infronterado
por el cuerpo de una noche
que
coquetea conmigo y con los otros
que en la estela de su vibrato
me deja frente a frente
con
una secuencia de imágenes
que alguien me dispara
como
flechas
¡La danza eterna de
la urbe
dio a luz tres lenguas invisibles
que
estimulan las contracciones de la tierra
a
tres centímetros bajo mi dermis
bajo mi ingle allí
donde se acumula el sudor de las estrellas
y nace un escalofrío palpitante
que desvirga a las plazas allá afuera!
El día las noches y los días
se yerguen frente a mi cuerpo
como un gigante
prominente
generando un cataclismo
sobre la anchura insoslayable
de esta ceremonia ardiente
donde me abro plenamente
a la proclama que el mundo me realiza
soy
ahora la ofrenda
el cáliz donde caen las miradas de los dioses
esa
exclamación lumínica
que alumbra el movimiento de las calles
que abre de par en par una raja en el asfalto
para finalmente ver
las formas primigenias
las siluetas dibujadas
por el verbo
la curva subrayada
de los actos
y la blanca
materia
de una
humanidad
abierta
[Del Libro 1, publicado en l (2010)]
O LEER RECENTRADO
V
A la piel del día
del
esquema de la luz
a la
ardiente composición
la hace
traslúcida
un
mínimo roce del color
del
supraespacio
ardor de
mundo:
un olor
a ceniza
de pelo
chamuscado
Sobre mí
emerge
una epidermis
sin dermis
[Selección de aforismos Libro 1, publicado en l (2010)]
Entre lo contemplado y el contemplador existen leyes que
equilibran sus tensas acrobacias
·
Son tantos los finales de la vida. Un final, por ejemplo,
es lo eterno
·
El idioma por el idioma nunca brindará al lenguaje por el
lenguaje
·
La intermitencia del tiempo es el silencio
·
En la armonía del silencio siempre están frescas las
palabras
·
¡Que se abran abismos de pronto y su brillo nos absorba!
·
¡Sí! Hay brillo en el abismo
·
Ninguna sentencia tiene puntos finales; pero ¿qué tiene
puntos finales?
·
Hay una brutal exactitud en el universo expandiendo el
ala hueca con que asciende el palacio de mi carne
·
Existe una lógica abstracta cuyo lenguaje deriva de otra
lógica cuyo lenguaje somos nosotros mismos
·
Hay vueltas en lo gris de la materia que margina la
estructura de los cuerpos que son el vértigo del movimiento en los múltiples
estados de la búsqueda
·
¿Qué haré entonces cuando todo esto se derrumbe?
Jairo Rojas Rojas
21 Mar 2013 5:06 PM (12 years ago)

Jairo
Rojas Rojas
(Mérida - Venezuela) Licenciado en Letras con mención en Historia del Arte.
Posee dos poemarios inéditos La Rendija
de la puerta, ganador de la IV Bienal de Literatura Ramón Palomares (2011)
y La O azul, ganador en el III
Concurso Nacional de Poesía de Venezuela (2012). Le gusta caminar y es
melómano.
DONDE HAY RINCONES VACÍOS
acá entran todos y sus sombras Grandes
el hombre donde yacen todos los soles
entra
donde nada es explícito, los lenguajes
del silencio caben
nos construyen
acá
entra tu palabra plena, aunque afuera
renieguen
y no seamos dignos
llega la pobreza con todos sus paraísos
y éstos pasan
deliran en comunión con nosotros
pero también heridos por palabras
inventadas,
repetidas
desde
lo oscuro
sólo una puerta única
sin afuera, no hay otra orilla en la
casa que suena
con una ventana que da directo al mundo
que no esconde su intimidad
y hace lo posible por ser visto
acá hay mucha gente por quien puede
llorarse
y todos los consejos que me diste
mientras dormía en mi silla,
la casa,
ésta,
donde mis padres cantar sólo saben
y nos protegen del sol con sus cuerpos
cansados
llenos de toda una historia del silencio
su idioma otro
mis amigos
de la casa número dos, tan sonora,
que nada tiene y me llama por mi nombre
todo es visible
en esta habitación, se escuchan los colores
(vivos)
y enseñan a ser “violentos” con el mundo
afuera
lejos
(raro)
Del libro La rendija de la puerta (2011)
INSISTENCIA PARA QUE MIREN
AMABLEMENTE
los que quedan en la
casa deberían saberlo
en ese final de noche,
donde cuelga a la vista de algunos
marginados, el terreno
ese, tan cálido
deberían,
insistimos
y
además perdonar de antemano
la cara sonriente,
con mirada fija
por la llegada de la
bruja que una vez adentro
crece mucho y lo cubre
todo
los
que enjuician saberlo deberían, aquellas máquinas que despiden,
los que aún no han
llegado a esta habitación
porque aquí (adentro) fuera (de
todos)
se enamoran los que
deberían conocer la vida, los que estudian sin comer
los
que quedan
y sólo pueden mirar por
la ventana, sólo eso,
porque la situación
ignoran
de la bruja, pelo largo
que le cubre la cara
sus poderes de paciente
cortan cualquier
atadura
y no permiten
concentrarse dentro
de las cinco paredes
de siempre en la historia de aquellos que vivir
querían, pero juegan
apenas
que cierren las
cortinas deberían decirles
para disimular el juego
amoroso y la risa y el despiste que ha durado un año
improductivo para
cualquier jefe recio,
jefe que cuenta
concentrado
deberían gritarles eso:
que las brujas que suenan más que
la lluvia en el cielo verde
traen momentos R, color presencia
y los arrincona y los
enamora y los vuelve delirio sonoro
y que a ellos les
importa, sí, y mucho
Del libro La rendija de la puerta (2011)
Nombra a:
Carmen Verde Arocha
José Delpino
Néstor Mendoza
Francisco Catalano
Manón Kubler


(Santa Ana de Coro). Licenciado en Historia; Licenciado en Letras, mención Historia del Arte; Licenciado en Educación, mención Historia; Magister Scientiae en Etnología, mención Etnohistoria. Ha sido galardonado con el Premio de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la Universidad de Los Andes en cuatro ocasiones; el Premio de Literatura del Instituto de Cultura del Municipio Libertador (INMUCU), Estado Mérida, en dos ocasiones; el Premio Nacional de Literatura Historias de Barrio Adentro, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, edición 2009; el Premio Nacional de Literatura Ramón Palomares en su edición de 2007. Director-fundador del semanario estudiantil Vértigo de la Federación de Centros de Estudiantes de la Universidad de Los Andes. Ha publicado Piedras Vivas en Falcón (catálogo fotográfico), Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, 2006. Ixión (poemario), Instituto de Cultura del Estado Falcón, Fondo Mixto Estadal Falcón, 2007. Piedras Vivas en Falcón (estudio sobre estaciones de petroglifos) Alcaldía del Municipio Petit, Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, 2008. Manaure: al Filo de la Eternidad y el Mito (ensayo de etnohistoria) Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Universidad de Los Andes, 2008. El Estremecimiento del Velo, Gobernación Bolivariana de Trujillo, Coordinación Trujillana de Cultura, Fondo Editorial Arturo Cardozo, 2008. Actualmente se desempeña como Prof. de las cátedras: Patrimonio Histórico, Cultural y Natural, Museología y Folklore, investigador del Centro de Investigaciones Antropológicas, Arqueológicas, Paleontológicas (CIAAP) de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Es Director-fundador de La Fundación de Investigaciones Humanísticas Cudán de Cuté.
I
Un bar en cálida penumbra
y la suave aromática carne de madera.
La oscuridad como un traje viejo pegada a la piel,
y de piedra y ámbar la conciencia
navegando saudades en un vaso de cerveza.
Perfila la noche canciones ausentes.
Trasiego el silencio círculos concéntricos.
II
Esta ciudad amarilla
enrejada en su silenciosa lluvia de arena y de tiempo
Esta ciudad apergaminada
colonial y vulgar y lamentablemente pantallera
a la vuelta desordenada de todas sus esquinas
que consagran sus instintos de canalla de puta y de beata
Esta ciudad desmemoriada
y milenaria
abre las piernas e invita a ultrajarla en un acto de entrega infinita
Esta ciudad de casas de fango seco y cuentos tuertos
me ha dado a beber barro desde su pecho de adobe
y ha criado en mi cabeza
una pajarera de sueños bravos
Esta ciudad de amos impotentes y esclavos sublevados
canta sus llagas
con una canción de guijarros impostores
Y sus paredes caen manchadas por la lepra de los años
Y abre sus puertas en la noche a una jauría de sombras
Y yo voy encendiendo las luces
en las cuencas vacías de las olvidadas calaveras
una a una
III
Llegar hasta ti y en ti por todos tus caminos.
Descifrarte en esta hora de plenilunio
en la escritura cifrada de tu piel transparente y tus lunares.
Sencillamente,
abandonarte como un cuento vacío
que se desploma palabra a palabra en la lengua.
Recomponer tu rostro a mi imagen y semejanza,
sabiendo que cada trazo es una mentira a dos manos.
Celebrar en esta hora de plenilunio
la luz herida desde adentro
de todas tus máscaras.
IV
A veces,
cuando nos permitimos reconocernos
hijos de nuestras madres y de nuestros padres,
hijos de lo que alguna vez fue deseo y acaso lujuria,
sentimos como una pincelada
la mirada, el toque esquivo de las manos.
Entonces desear la piel, los nervios, la carne,
tender el alma para palpar el calor o el vacío.
Sentirse morir milagrosamente con cada orgasmo.
Una breve, pequeña muerte.
Entreabrir los ojos cansados y aún soñadores,
nuestros ojos, como ojos de pájaros.
Aleteos lejanos y cantos cercanos
y un animal sagrado
tendido en la infancia
sacrificado en el barro.
Y nuestros pensamientos se marchan inmaculados
hacia la desnudez plena de un día juvenil de verano.
V
La distancia tiene las proporciones justas de un cuerpo, de una silueta ausente,
el color mojado de ojos que no veo pero que presiento,
el sabor de una boca que no abre beso alguno,
que alimenta apenas el aroma de una sombra.
La distancia es el eco de un orgasmo que se desdibuja lentamente sobre el cuerpo.
Nombra a 5 poetas:
JENNIFER GUGLIOTTA
RODOLFO QUINTERO
EVER DELGADO
KARELIN BUENAÑO
JOSÉ ANTEQUERA