Es una noche antigua; de normalidad antigua, quiero decir.
A esta hora, aquí, entre ventanillas rayadas y barras de metal, somos la ciudad que se niega a morir.
Lo que en el siglo XIX habría provocado un sinfín de revueltas, revoluciones y crisis generales, ahora no provoca nada.
Hoy no hay elecciones. Esto es importante, incluso crucial.
A estas alturas, ya debería estar claro que la civilización de Washington y amigos se escribe con c de crimen e i de impunidad.
La ignorancia explica muchas cosas, y la que se decide tener, muchas más.
El sistema fabrica los súbditos adecuados para cada proceso histórico.